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Prostitución romana






Catón el Viejo,

“Es bueno que los jóvenes poseídos por la lujuria vayan a los burdeles en vez de tener que molestar a las esposas de otros hombres”




Prostitución procede del griego “porne”, del verbo “pernemi” (vender) era ejercido en la capital del Imperio tanto por hombres como por mujeres de distinto rango social. Estos profesionales del sexo ofrecían sus servicios siguiendo las costumbres sexuales de una sociedad como la romana, donde los mayores tabúes eran el sexo oral y el hecho de asumir el rol de pasivo.

En Roma habría que distinguir entre las prostitutas callejeras, prostibula y las meretrices. Las prostitutas callejeras estaban peor consideradas socialmente y ejercían su profesión de día y de noche, mientras que las meretrices, mejor consideradas, solo lo hacían de noche. Sin embargo, en Roma no parece que existieran prostíbulos tutelados oficialmente por el Estado.

Las   casas de prostitución no podían abrir hasta pasada la hora nona (entre la:30 y las 2:30, dependiendo de la época del año) para que así no distrajeran de sus ocupaciones matutinas a los jóvenes.


Fresco de Pompeya


Las chicas trabajaban en estas casas dirigidas por un leno o lena, que era el proxeneta encargado de mantener el orden y cobraba una comisión del servicio de la prostituta que podían ser esclavas o no. 


Recaudaba personalmente o  como agente de un inversor adinerado gran parte de los ingresos de una mujer, como mínimo una tercera parte, pero muy probablemente más. Si le facilitaban habitación, ropa o comida, las prostitutas tenían que pagarlas de sus ganancias. Cuando eran esclavas vivían permanentemente en la casa y todo lo que cobraban iba a manos, del leno. Cuando se trataba de mujeres libres, generalmente tenían alquilada una habitación en la casa y tan solo entregaban al leno un porcentaje de sus ganancias.


Las malas lenguas decían que la tercera esposa del emperador Claudio, Mesalina, había alquilado su propia fornice y con el seudónimo de Lycisca, ejercía la prostitución para saciar su apetito sexual.  En una ocasión se cuenta que Messalina, llegó a competir con otra profesional de un lupanar, Escila (el torbellino), la prostituta más famosa de Roma y que en solo una jornada fornicó con veinticinco clientes en veinticuatro horas. "Algunas fuentes apuntan muchísimos más". Acabada su jornada como mujer del sexo, volvía a su residencia imperial, no sin antes entregar la debida comisión al Leno.




Una anécdota cuenta que en un amanecer en el que regresaba de sus aventuras de meretriz, saludó al entrar en palacio a un soldado de la guardia pretoriana que estaba de centinela preguntándole si sabía quién era ella.

El interrogado, despistado, contestó que por la vestimenta, sería una prostituta de burdel. Mesalina asintió con la cabeza y preguntó al soldado cuánto dinero llevaba encima. Al responderle el soldado que solo dos óbolos, Mesalina dijo que era suficiente, entró en la garita, y coronó su último encuentro de la noche. Una vez con los dos óbolos en la faltriquera, los guardó en una cajita de oro en recuerdo de aquel breve pero intenso encuentro. 

Por su condición, las prostitutas se veían obligadas a no mantener ningún contacto con las demás mujeres. Podían participar de la vida religiosa, pero apartadas del resto. En el aspecto judicial también había diferencias, mientras que las matronas eran juzgadas en su propia casa por unos magistrados especiales, las prostitutas podían ser citadas en los tribunales públicos, incluso, a partir de cierta época, llegaron a pagar impuestos, Suetonio dice que Calígula fue el primero en obligarles a pagar una tasa equivalente al precio de un servicio.


Por las inscripciones en Pompeya tenemos una cierta noción de los precios usuales que las prostitutas de la ciudad solían cobrar. Las más bajas no iban más allá de los dos ases, un precio que era considerado insignificante. Las más jóvenes y hermosas podían llegar hasta los ocho o los nueve ases y algunas, como una cierta Attica llegaban a exigir 16, una cifra elevadísima si tenemos en cuenta que en esa época el salario de un legionario era 10 ases. Incluso alguna llegó a cobrar un denario, como puede leerse en un grafito pompeyano que dice:

 «por un denario, Arpócrates aquí folló a Arauca, con plena satisfacción»



La de la prostituta era una vida dura, cuando no desesperada, ya fuesen esclavas o mujeres libres.  Los burdeles eran antros de vicio, relativamente baratos, a los que podían acceder las clases medias. Pero El sexo, también, tenía lugar en las calles, en los pórticos de los antiguos teatros, o en las termas, que en la edad imperial se convierten en un lugar promiscuo al desaparecer la separación entre sexos, incluso también en los cementerios.

Fresco erótico romano de la Casa Farnesina, Museo Nazionale Romano. 



Eran fácilmente identificables, pues su vestimenta no era la que las matronas romanas utilizaban tradicionalmente. Acostumbraban a vestirse con la toga masculina, para así poder dejar al descubierto sus rodillas; además se teñían el pelo o se ponían una peluca para hacer pública cuál era su profesión.

La ley no perseguía a las prostitutas romanas porque no violaban la ley, pero estas carecían de ciertos privilegios: no podían contraer matrimonio con romanos libres (probrosae), y tampoco podían redactar testamento ni recibir herencia (infamia).
Sus hijos eran considerados como infames, careciendo por ello de derechos cívicos, y la inmensa mayoría de ellos estaban abocados a la prostitución.

Además de pagar sus impuestos, las prostitutas tenían que inscribirse en los registros para ofrecer su actividad municipal, el cual contaba con 32,000 prostitutas inscritas y hasta tenían su propio día de fiesta anual que celebraban el 23 de diciembre.

Los abusos físicos por parte de los clientes eran habituales. El exceso de prácticas sexuales provocaba graves infecciones, sobre todo del tracto urinario, así como lesiones vaginales y anales.





Había varios tipos de prostitutas, los cuales eran:

Prostituta: era la que entregaba su cuerpo a quien ella quería.

Forariae: ejercían a los alrededores de las ciudades para atraer a los viajeros.

Pala: aceptaba a cualquiera que pudiera pagar el precio demandado.

Meretrix: era la que se ganaba la vida por sí misma sin ningún intermediario.

Fellatrix: experta en felaciones. 

Prostibulae: ejercía donde podía sin pagar impuestos.

Ambulatarae: trabajaba en la calle o en el circo.

Gallicanae: prostitutas que robaban a sus clientes.


Lupae: ocupaban los bosques cercanos de la ciudad.

Schanicullae: las que alquilaban su cuerpo a soldados y esclavos.

Bustuariae: ejercía en los cementerios.

Dorae: iban desnudas y pintadas.

Delicatae escorts: de alta categoría, accesibles únicamente para hombres de posición acomodada.

Aelicarae: chicas que trabajan en panaderías y ofrecían allí sus servicios sexuales.








Famosae: mujeres pertenecientes a las familias patricias que, por necesidad o placer, se ganaban la vida como amantes, entre ellas Julia, hija de Augusto.

Copae: camareras que ejercían la prostitución en las tabernas.

Prostituto: eran hombres que esperaban en las esquinas de los baños a mujeres que solicitaran sus servicios.

Blitidiae: recibían su nombre de una de las bebidas más baratas de las tabernas.

Cymbalistriae, ambubiae, mimae o citharistriae: designadas por sus habilidades artísticas.










Gayo Plinio Secundo, en su 'Historia Natural"nos da recetas para combatir los males del cuerpo y deficiencias sexuales. Para Plinio, el sexo, se centraba en los hombres, en lo relativo al placer, dejando a las mujeres el papel meramente reproductivo. Plinio nos hace, pensar que muchos hombres de entonces padecían de fimosis, ya que cuenta: 


"Sólo el hombre le causa dolor el primer coito, como presagio de la vida, desde su comienzo, conlleva dolor"

Tiene un apartado que dice que los hombres sienten un deseo sexual más fuerte en invierno y las mujeres, por contra, en verano, algo que nunca había comprobado en carne propia.












Fuentes:



Vida cotidiana en la Roma de los Césares; Amparo Arroyo de la Fuente.


Jean Nobel Robert, Eros romano: sexo y moral en la antigua Roma.

Los olvidados de Roma; Robert C. Knapp



La prostitución romana en Plauto Laura Díaz López  / Los fuegos de Vesta

Medicina y sexualidad hace 2000 años según Plinio el viejo. Estudios de C. Azcoitia 2007

























































Comentarios

  1. Muy buen articulo.
    Recuerdo cuando estuve hace años en Pompeya y vi un prostíbulo que tenía hasta un cartel con las tarifas

    ResponderEliminar
  2. De todos los artículos de este blog tan maravilloso, este sin duda me llamó mucho la atención. Felicidades por el trabajo bien hecho.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Carla , tus palabras nos animan a seguir investigando y escribiendo.

      Eliminar

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