Ritual de expiación ante las adversidades divinas
Tito Livio nos cuenta en un
relato que a finales del siglo III a.C.
en plena crisis de la Segunda Guerra Púnica, el pueblo
romano se ve amenazado por una serie de prodigios funestos ante los que nada
valen los métodos tradicionales de expiación.
En tales circunstancias, los representantes de la
autoridad se ven obligados a combatir las amenazas desconocidas con todo tipo
de medios, incluida la adopción de rituales extranjeros.
El nacimiento de un andrógino de inmensas dimensiones siembra el pánico
entre aquellos que ven insuficientes sus tradicionales actuaciones para expiar
prodigios.
En Frosinone había nacido un niño que parecía tener cuatro años,
pero que no era tan admirable por su tamaño como por algo que también había
ocurrido en Sinuesa hacía dos años, y es que había
nacido sin que se
supiera si era varón o hembra.
Los harúspices traídos desde Etruria dijeron que esto era un
prodigio horrible y funesto: expulsado del territorio romano y, lejos del
contacto con la tierra, debía ser sumergido en lo más profundo. Lo encerraron
vivo en un arcón y lo lanzaron al mar.
Los pontífices decretan, entonces, que un total de veintisiete vírgenes
recorran la ciudad al son de un
carmen compuesto por el poeta Livio
Andrónico, un espectacular pasacalles que, al tiempo de aplacar a la
divinidad, muestra a los ciudadanos la preocupación por buscar una solución por
parte de las autoridades religiosas.
Entonces, mientras aprendían en el templo de Júpiter Estátor la
composición del poeta Livio Andrónico, un rayo dañó el
templo de Juno Regina en el Aventino; los harúspices dijeron que les
correspondía a las matronas aplacar a la diosa con un regalo.
Los ediles curules en un decreto, convocaron en el Capitolio a todas aquellas matronas que tenían su
domicilio dentro de la ciudad de Roma o
a menos de diez millas.
Estas elegirían veintisiete representantes a quienes pagarían un
estipendio de entre sus dotes; entonces hicieron una vasija de oro y la
llevaron como regalo al Aventino donde hubo un sacrificio
casto y puro a cargo de las matronas. En seguida fue decretado por los decénviros
un día para hacer sacrificios a esta diosa, a la que adoraban.
Diosa Juno |
Desde el templo de Apolo se llevaron dos hembras de
bueyes blancos por la puerta Carmental; detrás de ellas
transportaban a la ciudad dos estatuas de madera de ciprés de Juno
Regina; a continuación, veintisiete vírgenes vestidas con largos
ropajes iban cantando una canción en honor a Juno Regina, quizás
loable para aquellas rudas inteligencias de cuando la tormenta, pero ahora si
se recitase sería tosca, e inoportuna; a la orden de las vírgenes la seguían
los decénviros
coronados con laurel y vistiendo la toga praetexta. Llegaron al
foro desde la puerta, en el Vico del Yugo; en el foro se formó
una procesión y las vírgenes, agarrando una cuerda con las manos, bajaron
acompasando el sonido de su voz al ritmo de los pies.
Tras el éxito conseguido, este ritual de procesión de tintes helenos se convierte en un nuevo
modelo de expiación ante la amenaza de los andróginos o, mejor dicho, de lustración:
a partir de este momento, siempre que se sabe de la existencia de un prodigio
así, se acude a los coros de veintisiete jóvenes.
Esta tradición difiere mucho de los salmos y danzas en los ritos
religiosos de algunos sacerdotes romanos:
no se trata de un himno inmemorial, sino de una
composición redactada por un autor, en segundo lugar no tiene una ejecución
puntual cada año, sino
que se exhibe solamente cuando es imprescindible, es decir, en los momentos de
pánico.
Por último, los encargados de recitarlo no son hombres, sino mujeres muy
jóvenes que, además, son vírgenes. Parece, también, que para este ritual de
purificación necesitan de un apoyo artístico que les guíe en la coreografía. Un estilo arcaico que responde a los modelos
del coro griego y una cuerda que sirve para pautar el esquema del movimiento,
las figuras y el orden de los participantes.
Dos siglos más tarde, cuando se representa el carmen saeculare de Horacio
el 3 de junio del 17 a. C., hay cincuenta y cuatro jóvenes cantando la
composición, divididos en dos grupos, con un esquema muy parecido al de las
veintisiete vírgenes, aunque con ligeras variaciones, pues en este caso hay
intérpretes de ambos sexos.
Fuentes:
Dumézil, G. (1966), La religion romaine archaïque: avec un appendice sur la religion des Étrusques, París.
Delavaud-Roux, M. H. (1988), “Danse et transe: La danse au service du culte
de Dionysos, apprche et méthodde reconstitution.
http://eprints.ucm.es/13975/1/T33425.pdf
http://eprints.ucm.es/13975/1/T33425.pdf
Imágenes:
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Femmes_peuc%C3%A8tes_dansant,_fresque.jpg
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