Mesalina
Mesalina era una muchacha hermosísima, esbelta y de veloces movimientos,
de ojos tan negros como el azabache y masas de rizados cabellos negros. Apenas
pronunciaba una palabra, y tenía una sonrisa misteriosa que casi me
enloqueció de amor por ella. Se alegró tanto de escapar de las manos de
Calígula, y se dio cuenta con tanta rapidez de las ventajas que le reportaría
el casamiento conmigo, que se comportó de un modo que me hizo sentirme seguro
de que me amaba tanto como yo a ella. Esa era prácticamente la primera vez que
me enamoraba de alguien desde la juventud, y cuando un cincuentón no muy
inteligente y no muy atrayente se enamora de una muy atrayente y muy
inteligente muchacha de 15 años, por lo general tiene muy malas perspectivas. Así
describía Claudio a su esposa Mesalina en la conocidísima obra titulada “Yo,
Claudio” de Robert Graves.
Pertenecía
Mesalina a la alta sociedad de mujeres romanas liberadas de los tabúes sexuales,
proclamando sus deseos y su forma de vida a los cuatro vientos.
La
corta vida de esta mujer estuvo marcada por el desenfreno. La lista de amantes parece que fue muy larga, figuran entre ellos su cuñado Vinicio, caballeros, senadores y
militares. Ordenando incluso asesinar a los hombres que se negaban acceder a sus deseos.
Según
Juvenal, la emperatriz llevaba una
doble vida:
Fíjate en los rivales de
los dioses, entérate de lo que tuvo que aguantar Claudio. Cuando la mujer se daba cuenta de que el esposo estaba
dormido, osando vestir nocturnas capas como augusta ramera y preferir una
esterilla a su alcoba del Palatino,
se marchaba sin más compañía que la de una sola criada. Al punto que una rubia
peluca, tapando su negra melena, se mete en el burdel al abrigo de una vieja
cortina, ocupando un cuarto vacío y suyo; entonces, con los pezones al aire y
pintados de oro, se prostituye bajo el falso letrero de una tal Lycisca y deja ver, noble Británico, el vientre que te llevó;
acoge lisonjera a los que llegan y les pide sus monedas.(Y tirada sin parar
sorbe los embates de todos ellos.) Luego cuando ya el alcahuete despacha a sus
niñas, se marcha pesarosa. Eso sí, habiendo cerrado el cuarto lo más tarde que
puede, y aún enardecida con el picor de su coño tieso, y cansada, pero todavía
no harta de hombres, da de mano y sucia
con las mejillas ennegrecidas y afeada por el humo del candil llevaba hasta su
almohada los olores del burdel.
Se
encama, pues, con el somnoliento Claudio.
Se
cuenta que en una ocasión Mesalina desafió a una prostituta muy experimentada
llamada Escila a un concurso sexual,
en el que ganaría quién pudiera acostarse con más hombres. Al amanecer, Escila se declaró vencida después de
haber sido seducida por 25 hombres, pero Mesalina
continuó durante varias horas más. Se le pidió a Escila que continuara, que la
competición no había terminado, la
prostituta gritó aterrada: “¡Por Júpiter, ya no más, esa mujer parece tener las
entrañas de acero”!
Otra anécdota cuenta que en un amanecer en el que
regresaba de sus aventuras de meretriz, saludó al entrar en palacio a un
soldado de la guardia pretoriana que estaba de centinela preguntándole si sabía
quién era ella. El interrogado, despistado, contestó que por la vestimenta, sería una
prostituta de burdel. Mesalina asintió con la cabeza y preguntó al soldado
cuánto dinero llevaba encima. Al responderle el soldado que solo dos óbolos,
Mesalina dijo que era suficiente, entró en la garita, y coronó su último
encuentro de la noche. Una vez con los dos óbolos en la faltriquera, los guardó
en una cajita de oro en recuerdo de aquel breve pero intenso encuentro.
Mesalina y el gladiador. Sorolla |
Se
enamoró Mesalina de Gayo Silio y, cansada ya del adulterio
y de la prostitución, quiso casarse con él mientras Claudio se encontraba en Ostia.
El secretario particular de Claudio,
el liberto Narciso, le envió al
emperador a sus dos cortesanas favoritas, Calpurnia
y Cleopatra, quienes le dieron cuanta de todo, leyéndole la lista de amantes de Mesalina. Claudio así y
todo se mostró dispuesto a perdonarla, por lo que el propio Narciso dio la orden de matar a Mesalina.
Nos
relata Tácito:
Entretanto, Mesalina seguía viva en los jardines de
Lúculo, escribía súplicas, no sin
ciertas esperanzas y a veces hasta con ira. Tal era el orgullo que mostraba en
sus últimos momentos. Y si Narciso
no hubiera adelantado su muerte, el daño se hubiera vuelto contra el acusador.
muerte de Mesalina G. Antoine Rochegrosse |
Tenía
Mesalina veinticuatro años al morir, pocos
pero intensos. El matrimonio con Claudio
duró ocho años y ejerció notable influencia en los asuntos de Estado y en la
política imperial.
El
poder de L. Vitelio, padre del
futuro emperador, parece se debió a las simpatías con Mesalina. Y también parece probable que C. Silio fue nominado para el consulado del año 48 por intervención
directa de la emperatriz.
Mesalina tuvo gran poder político por causa de
la debilidad de Claudio. Entre los
personajes que cayeron políticamente o murieron por decisión de Mesalina se encuentran Apino Silano, Julia Livila, la hija de Germánico, Valerio Asiático y el liberto Polibio.
No obtuvo el título de
augusta, ya que Claudio se negó a
ello cuando dio a luz a Británico,
sí consiguió el derecho de un lugar
preferente en los espectáculos y el uso del carpetum.
Busto de Mesalina. (Museo del Louvre) |
"Si
por su muerte lloraran todos sus amantes, lloraría la mitad de Roma."
Para saber más:
Para saber más:
Fuentes:
Socas.
Juvenal sátiras Madrid 1996
Vayoneke
La prostitución en Grecia y Roma Madrid 1991
Los Doce Césares, de Suetonio.
Los poderes de Venus, de Alicia Misrahi.
Placeres reales. Reyes, reinas, sexo y cocina, de Toti Martínez de Lezea. Editorial Maeva.
Yo, Claudio, de Robert Graves. Alianza Editorial.
imagenes:
pinterest,
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