Vigilantes nocturnos en Roma (sebaciaria)
El
romano que quedaba en las calles tras ponerse el sol corría serio peligro, ya
que la falta de alumbrado y las pandillas de todo tipo de delincuentes
proliferaban por la ciudad.
Los
ciudadanos más pudientes que se veían obligados a salir, lo hacían siempre
acompañados por una comitiva de esclavos que portando
antorchas les iluminaban y protegían.
Si uno quería sentirse seguro debía
llevar su propia escolta, cuatro o cinco fornidos esclavos, armados
de garrotes y provistos de luces. El resto de los romanos sólo lo hacían si era
estrictamente necesario y bajo la protección de las rondas de los sebaciaria.
Los
sebaciaria eran patrullas nocturnas que
recorrían la ciudad para proteger a los ciudadanos. Eran vigilantes provistos
de antorchas a quienes se les asignaba un sector de la ciudad que debían
patrullar desde que caía la noche hasta primera hora de la mañana, aunque
siempre quedaban parcelas sin vigilancia.
Roma
estaba dividida en catorce sectores y en cada uno de ellos existía un cuartel o
comisaría llamado Excubitorium. Así
a cada sector se designaba un grupo de Sebaciaria.
El
sector que debían patrullar casi siempre
era demasiado extenso, con lo que determinadas zonas de la parcela a custodiar
rara vez gozaban de la presencia de los vigilantes. Estaban mal pagados, con lo que eran objetivo fácil
para el soborno del rico que, por unas cuantas monedas, se aseguraba protección
de calidad para sus salidas nocturnas.
Augusto no tuvo más remedio que jubilar
a aquellos sebaciaria que
tan mal resultado daban y crear una policía totalmente profesional, organizada
y acuartelada al estilo militar, bien pagada y con un alto grado de influencia
sobre la vida pública de la ciudad: Las Cohortes Urbanas.
Estas
unidades compartían el campamento con las Cohortes
Pretorianas, estaban mandadas por un Prefecto
Urbanus y cada una de sus tres cohortes agrupaba a unos mil hombres; a
partir de su creación, la situación en los barrios más peligrosos de Roma mejoró sensiblemente.
Augusto,
ordenó que al margen de armas cortantes, también portaran porras y
palos, para las situaciones menos peligrosas. Además, completó el atuendo de
cada vigile con un cinturón
de campanillas para que los delincuentes aprendieran a reconocer la presencia de las
patrullas con lo que se consiguió un
gran efecto disuasorio.
Según Juvenal
era exponerse a ser tachado de
negligente el que saliera sin haber hecho previamente testamento.
Era más seguro el bosque Gallinaria o las mismísimas marismas pontinas que el centro de Roma.
Fuentes :
-
CARCOPINO, Jerôme: La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio,
Madrid, 1993
-
HACQUARD, Georges: Guía de la Roma Antigua, Madrid, 2003
-
PAOLI, Ugo Enrico: URBS. La vida en la Roma Antigua, Barcelona, 1990
Me fascinó este artículo.
ResponderEliminarGracias por la información. Se aprecia mucho un blog así de manera altruista con tan buena informacion
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