La inmigración en Roma ( incola )
En
ocasiones encontramos en las fuentes el término incola, utilizado bastante en la acepción común de ‘habitante’, en
sentido despectivo como forastero a Roma, es decir, como inmigrante. Para
el jurista Sexto Pomponio, el término incola estaba
estrechamente ligado al término domicilium. Por consiguiente,
calificaba como incola a aquella persona que adoptaba
el domicilium del lugar donde se había trasladado, siendo diferente
su origen.
Los incolae
eran en definitiva los residentes trasladados, es decir, los individuos
que trasladaban su propio domicilio a una nueva ciudad o territorio.
Debido
a las conquistas que se multiplicaron por las guerras desde el comienzo del S.
II, se provocó un gran aflujo de
esclavos a Roma, por lo que en pocas décadas la superpoblación de Roma alcanzo consecuencias catastróficas: el hambre se volvió endémico; la población desempleada,
ociosa y desarraigada, comenzó a crear
problemas económicos, sociales y policiales.
Hay pocos ejemplos, en la Antigüedad
o en la historia contemporánea, de una ciudad cuya población haya crecido tan desmesuradamente en pocos
años como la Roma del Siglo II A.C.
Es difícil calcular la cantidad de habitantes de una ciudad antigua. Las cifras de
los censos, que tenemos en el caso de Roma, se refiere a la cantidad de ciudadanos romanos en edad de
portar armas, lo que elimina a las mujeres, los niños, los extranjeros, los
esclavos, es decir, a la amplia mayoría de los habitantes de la ciudad.
Algunas
personas se mudaban a Roma para encontrar trabajo, educación o una vida mejor,
aunque muchos llegaban a la ciudad obligada para trabajar como esclavos. Sabemos por los registros históricos que la escala de la esclavitud en el
Imperio Romano superaba en gran medida la cantidad de inmigrantes voluntarios. Aun así, la esclavitud en la antigua Roma era a menudo una condición legal
temporal, ya que la manumisión de esclavos era algo habitual.
El
equilibrio de la sociedad romana se derrumba ante la llegada masiva de
extranjeros de variadísimo origen. No dejan de afluir desde fines del Siglo III
A.C. toda clase de hombres, mujeres y niños provenientes de toda Italia. La
investigación de un pretor permite localizar a 12.000 "falsos
ciudadanos", que son devueltos a sus ciudades natales.
La escena se reproduce nueve años después: en 178, las ciudades regidas por el derecho latino se quejan de que sus habitantes las abandonan en gran número para instalarse clandestinamente en Roma, donde por diversos medios ilegales logran hacerse inscribir con sus hijos como ciudadanos romanos.
Los historiadores están de acuerdo en que a fines de la República la población de Roma se eleva a casi un millón de individuos. Las autoridades romanas se veían inermes frente a la inmigración "salvaje”, por lo que se hace urgente, por motivos de seguridad policial, reducir la cantidad de habitantes, existen decretos que ordenan la exportación masiva de varios millares de miserables. Por más precauciones que se tomen para alejar lo más posible de Roma a esos "exiliados", y evitar que vuelvan inmediatamente, los resultados son nulos. Vuelven, y aumenta inexorablemente la cantidad de habitantes.
Entre los siglos I y II, en Roma solo se registró un episodio de expulsión en masa de los extranjeros: en el año 6, a causa de una terrible carestía, Augusto ordenó expulsar de Roma a todos los esclavos en venta, a los gladiadores y a todos los extranjeros a excepción de los médicos, los maestros y una pequeña parte de esclavos.
Fuentes:
Los bajos fondos de la antigüedad Catherine Salles
http://anatomiadelahistoria.com/2014/02/ser-extranjero-en-la-antigua-roma/
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