La Matronalia y los desfiles de los Salios
El
1 de marzo se celebraba la Matronalia
fiesta de las matronas y de las parturientas, coincide también con la fiesta que abre la campaña militar; es
decir, con un ritual guerrero, del que aparecen varios ejemplos en el mes
dedicado, no por casualidad, a Marte.
Hasta la reforma de César esta fecha marcaba además el comienzo del año,
al utilizarse un calendario lunar.
En
estas fiestas, en los ambientes domésticos primero, pero sobre todo en el
templo del Esquilino, las matronas
se reunían y honraban a Juno Lucina
con flores en el interior del recinto sagrado.
Mientras las ciudadanas aristócratas se ocupaban de tal tarea, por las
calles del Campo de Marte, sus
esposos contemplaban un gran espectáculo, del que algunos quizá fueran
protagonistas, los desfiles de los Salios
o sacerdotes-guerreros, que al
son de la música, bailaban y hacían sonar los escudos de Júpiter que se atribuían a la época de Numa. Las armas guardadas en época de paz volvían a exhibirse y los
jóvenes ciudadanos se preparaban para la futura campaña militar; las danzas se
repetían en diferentes ocasiones a lo largo del mes de marzo, en las que de
nuevo se procedía a limpiar y mostrar los instrumentos de guerra. Se trataba en
el fondo de festejar el anuncio del nuevo año poniendo el énfasis en los temas
militares y en los espacios públicos.
La guerra, tarea de hombres, se proclama en la calle, mientras que el
parto, función exclusiva de las mujeres, interesa exaltarlo en la casa y en
recintos cerrados, sin espectáculos que lo animen y lo proyecten al exterior;
de ahí que se limite la presencia de las devotas al templo y el interior, sin
apenas procesiones o exhibiciones públicas que marquen el ritual.
Según palabras de Ovidio los hechos protagonizados por las Sabinas sucedieron el uno de marzo, el día del nacimiento de Marte, el hijo de Juno.
A través de las celebraciones del uno de marzo se trataba de decir que la guerra era un asunto de hombres y que las mujeres interesaban sólo como madres de ciudadanos que también serían guerreros. Bajo tales concepciones, la diosa de los partos, Juno Lucina se concibe a partir de lo que debería ser la misión de las mujeres, porque tras los halagos a la matrona como dueña del espacio doméstico, su auténtico reducto, se la anima luego a que acuda al templo para pedir un parto afortunado, y a que lo haga discretamente.
En tales circunstancias, no cabe duda de que a la mujer se
la arrinconaba en los espacios privados de poder con la justificación de que
debía encargarse de la procreación y el cuidado de la descendencia. Aunque se
pretendiese igualar a la parturienta con el guerrero, la repercusión social de
cada actividad era diferente y generaba evidentes desequilibrios en las
relaciones entre hombres y mujeres.
En el mismo día del mes, sendas fiestas religiosas reconocen los
servicios al Estado que pueden prestar hombres y mujeres, pero otorgando a unos
y a otras espacios diferentes.
Fuentes:
Excelente post! Gracias por este aporte.
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