Muerte
de César, de Jean-Léon Gérôme, 1867.
«En
cuanto se sentó, le rodearon los conspiradores con pretexto de saludarle; en el
acto Cimber Telio […] le cogió de la toga por ambos hombros, y mientras
exclamaba César: “Esto es violencia”, uno de los Casca, que se encontraba a su
espalda, lo hirió algo más abajo de la garganta. Cogióle César el brazo, se lo
atravesó con el punzón y quiso levantarse, pero un nuevo golpe le detuvo.
Viendo entonces puñales levantados por todas partes, envolviese la cabeza en la
toga y bajóse con la mano izquierda los paños sobre las piernas, a fin de caer
más noblemente, manteniendo oculta la parte inferior del cuerpo. Recibió
veintitrés heridas, y sólo a la primera lanzó un gemido, sin pronunciar ni una
palabra». Suetonio.
«Sucumbió
a los cincuenta y seis años de edad y fue colocado en el número de los dioses,
no solamente por decreto, sino por unánime sentir del pueblo […]. Ordenase
tapiar la puerta de la sala donde se le dio muerte; llamase parricidio a los
idus de marzo y se prohibió que se congregasen los senadores en tal día. Casi
ninguno de sus asesinos murió de muerte natural ni le sobrevivió más de tres
años. Fueron todos condenados, pereciendo cada cual de diferente manera; unos
en naufragios, otros en combate y algunos clavándose el mismo puñal con el que
hirieron a César». Suetonio.
«Bruto
se retiró a alguna distancia con dos o tres [de sus hombres], de los cuales era
uno Estratón, que había contraído amistad con él con motivo del estudio de la
oratoria. Colocóle, pues, a su lado, y afianzando con ambas manos la espada por
la empuñadura, se arrojó sobre ella y murió, aunque algunos dicen que fue el
mismo Estratón quien, a fuerza de ruegos de Bruto, volviendo el rostro, le tuvo
firme la espada, y que él, arrojándose con ímpetu de pechos, se había
atravesado el cuerpo, quedando al golpe muerto».Plutarco.
Los
asesinos de César
Al
poco tiempo de producirse la muerte de Julio César, se produjo una gran dispersión
en el senado romano, los conspiradores y
testigos huyeron en desbandada, algunos a sus hogares, pero la mayoría se
refugiaron en el templo de Júpiter. Un lugar fácil de defender. Los hombres ahí
refugiados eran poco más de una
veintena, unos veintitrés según las fuentes, pero hoy en día se propone que
eran entre cuarenta o sesenta senadores. Eutropio
y Suetonio incluso elevan esa cifra. Es Plutarco
en “Vidas Paralelas” el más comedido.
En
el discurso de Cicerón de aquel día en el senado, nombro por primera vez a veintitrés
conspiradores los que llamó “los
libertadores” en aquella sesión del senado incluso el propio Marco Antonio voto favorablemente por
la amnistía de los asesinos.
Fue
en el funeral el 18 de marzo, cuando Marco Antonio cambio de idea y
dirigiéndose al foro con las ropas ensangrentadas de César dirigió un discurso al pueblo de Roma condenando el
asesinato.
Las
cartas de Bruto y Casio, alegrándose
del acto junto con las crónicas de Cicerón
donde se cuenta que todos los conspiradores pactaron hundir sus dagas en el
cuerpo de César, dieron paso a la leyenda de los veintitrés asesinos.
Ya
en época de Augusto, a finales del año 43 a.dC se celebró un juicio contra los
veintitrés asesinos, aunque cuatro ya habían muerto, también hay constancia de
que fueron igualmente juzgados. El fiscal fue Agripa que consiguió en dos días condenar a todos.
Estos
acusados fueron declarados enemicus y
nefas, sus propiedades fueron confiscadas, sus cuentas embargadas, se
prohibió que se nombrara cualquier acto que hubieran hecho salvo el asesinato
de César, y a muchos de sus familiares se les
negó asilo, alimento y fueron
desterrados a dos mil millas de Roma.
Augusto
al finalizar el juicio, juro en público que no descansaría hasta vengar la
muerte de Julio César.
Solo tenemos una veintena de nombres, de los que no hay duda de que participaron en el crimen.
Cayo
Trebonio.
Amigo
íntimo de César fue unos de los principales instigadores de la
conspiración algunas fuentes dicen que fue el encargado de entretener a Marco Antonio en el exterior de la
Curia de Pompeyo. Debía toda su fortuna a César.
Murió en Esmirna en el
año 43 a.dC. asesinado mientras dormía a manos de Publio Cornelio Dolabella.
Pontio Aquila.
Fue
muy crítico con Julio César por atreverse a celebrar el Triunfo Hispánico.
Cuando el carro dorado de César paso frente a Pontio este permaneció sentado en
la grada.
César
le reprocho este gesto en el senado con
la coletilla “Siempre y cuando le parezca
bien a Pontio Aquila “
Murió
en combate en la derrota de Agripa en la batalla de Módena, el 21 de abril del
año 43 a.D.
Décimo Bruto era familiar de
Julio César y tuvo un papel muy relevante en la guerra de las Galias. Los motivos por los que
decidió formar parte de la conspiración no están claros, posibles celos hacia
Marco Antonio.
Según Suetonio las
últimas palabras de Julio César, ese :
“tu quoque,
Brute, ¡filii mei!”
¿Tú también, Bruto? César las dirigió a este Bruto y no a Marco Junio Bruto. Plutarco, nos relata que Julio César
murió en silencio y tapándose la cabeza.
Fue
la persona que recogió a César en su residencia y caminó con él hasta el lugar
donde iba a asesinarle. Una gran traición que le valió el visceral odio de
Roma.
Ocupaba
la plaza de gobernador de la Galia
Cisalpina, que César le había concedido, pero Marco Antonio reclamó para sí
la provincia lanzando su ejército contra Décimo y sitiándole en Módena. Octavio se
negó a unir sus fuerzas con el asesino Décimo Bruto decidió salir en
solitario contra un debilitado Marco Antonio, pero sufrió continuas deserciones
entre sus filas.
Finalmente desertó de su propio ejército y huyo hacia Macedonia. Falleció asesinado en mitad de aquel
viaje a manos de un galo antiguo
colaborador de Julio César, le cortó la cabeza y se la envío como presente a
Marco Antonio.
Destacado
colaborador de Julio César en las Galias. Cicerón nos cuenta que el Dictador
recompensó a Básilo por sus servicios con una importante suma económica y no
con una provincia como esperaba el senador. En Roma era casi un insulto recibir
dinero tras una misión que se realizaba en nombre de la república.
Básilo
fue unos de los pocos conspiradores que no abandonó Roma. En septiembre del
mismo año se produjo en su villa una rebelión de esclavos que acabaron
salvajemente con su vida.
Ninguno
de esos esclavos fue castigado por asesinar a Basilio. Obtuvieron la protección
de Octavio.
El
principal instigador del magnicidio, férreo defensor de la República más clásica. Las
reformas de Julio César nunca fueron de su agrado. Casio Longino era
muy buen estratega y estaba al mando de
las fuerzas que se encontraron con el Segundo Triunvirato en Filipos.
Al
ver que las cosas no pintaban bien en la primera de las batallas, para evitar
que lo capturasen vivo el mismo se quitó la vida, arrojándose sobre su gladium.
Léntulo Spinter.
Se
sabe bien poco de él, su padre fue cercano a César pero después se distanciaron,
algunas fuentes comentan que culpo a César del asesinato de su padre.
Frecuentaba la compañía de Bruto y Longino. Falleció en combate en Filipos.
Marco Porcio Catón
(hijo).
La
relación entre su padre y César no era nada buena, al morir Catón el dictador
castigó la economía severamente de la
familia de Catón. Tras los Idus huyó de Roma y permaneció con Casio hasta
llegar a Filipos. Murió en combate en la primera contienda.
Jurista
romano firme defensor de la Republica tuvo enemistad con César. En algún
momento Julio César le perdonó la vida. Tras la batalla de Farsalia Labeón
regreso a Roma y no paro de ir en contra de César. Posiblemente cuando se
forjaba el complot fuera uno de los que lo apoyaban.
Después
de los Idus de marzo siguió a marco Junio Bruto a Macedonia y a Filipos. Se
suicidó para no ser capturado vivo.
Miembro
de una de las familias más poderosas y ricas de Roma, se opuso firmemente a la
dictadura. Fue uno de los conspiradores que se atrevió a permanecer en Roma
tras el asesinato. Su familia fue perdiendo poder y acabó dividida.
Livio
Druso caso a su hija Livia con su primo Tiberio Claudio, en un último intento
por mantener la estabilidad y la unión de la familia. Años después, Livia se
casaría con Octavio y se convertiría en emperatriz de Roma.
Druso
Nerón se suicidó en la soledad de su tienda cuando supo que habían perdido la guerra
contra Filipos.
Hermanos Cayo y Publio Servilio Casca.
Los
hermanos Casca son junto con Bruto y Longino los asesinos citados en las
fuentes. Uno de ellos fue el que inició el ataque contra César ataque del que
César logro zafarse y llego a herir uno de los hermanos con un punzón de
escritura.
Hay constancia de que sus motivaciones no fueron políticas sino de
negocios, ya que eran importantes comerciantes que se vieron perjudicados por
el ascenso de Julio César.
Huyeron
de Roma tras el asesinato. Vivieron como
prófugos durante un tiempo. Estuvieron a punto varias veces de ser apresados.
Hay cierta constancia de que Cayo murió en combate y Publio se suicidó.
No
se puede garantizar que participara
directamente en el asesinato, aunque podría bien ser ya que adquirió gran
relevancia entre los Libertadores después del Idus.
Fue
el padre de Publio Quinto Varo, que
alcanzó gran fama con el gobierno de Augusto. Sexto Quintilio Varo se
suicidó en Filipos, aunque se desconoce la fecha y las circunstancias de su
muerte.
Quinto Hortensio.
Algunas
fuentes le sitúan como gobernador de Macedonia. Resulta imposible confirmar su
identidad debido a lo común de su nombre. No existe una constatación fiable de
sus motivos para conspirar. Es citado en varias fuentes como uno de los
asesinos que fueron capturados vivos en
Filipos y ejecutados inmediatamente.
Gran defensor de Catón y luchador contra la corrupción de Roma. No era amigo de César ya que conspiro para negar el triunfo al Dictador cuando fue gobernador de Hispania.
En la guerra civil tomo partido por Catón y los suyos. Plutarco en la “vida de Bruto” excluye a Favonio como uno de los conspiradores, aunque otras fuentes le incluyen en el complot. Abandono Roma rápidamente, después del magnicidio se instaló en Asia y esperó la llegada de Casio, fue capturado y ejecutado por traición días después.
Poeta
y escritor, se desconocen sus motivos. Huyo a Atenas donde publico varias
soflamas republicanas. Sus escritos se perdieron gracias a la proscripción de
Octavio Augusto. Se unió a Sexto Pompeyo y acabó reclutado por Marco Antonio
para su flota. Consiguió salir vivo de Accio y se refugió en Atenas con nombre
falso. Fue traicionado y Octavio ordeno su ejecución.
Quinto Ligario.
Por
méritos militares podría haber accedido al senado bajo el ala de Cicerón..
Apenas hay referencias históricas sobre su figura antes y después del asesinato.
Su pista se pierde entre los Idus de
marzo y la batalla de Filipos. Falleció en combate en la primera de las
contiendas.
Cesenio Lento.
Prometedor
militar adquirió prestigio durante la guerra civil en el bando de Julio César.
Tuvo la misión de capturar a los
hermanos Cneo y Sexto Pompeyo tras la derrota de Munda. Solo consiguió
atrapar a Cneo le corto la cabeza y se la presento a César, acto que César no
le perdonó. Expulsado del ejército fue enviado a Roma en. Al llegar a Roma se
unió inmediatamente a la causa de Casio y Bruto. Nunca llego al juzgado y tras
los Ius se perdió su rastro.
Político con poca relevancia consiguió convertirse en uno de los hombres
más ricos de Roma gracias a su actividad como prestamista y sus negocios
inmobiliarios. Siendo muy joven se casó
con la hija de Catón, el principal enemigo político de César y cuando se desató
la guerra civil, se alineó en contra del dictador y de su madre Servilia. Tras
la batalla de Farsalia César le perdonó y le aupó de nuevo junto con la alta
sociedad romana, le concedió cargos públicos y le introdujo en su círculo de
confianza.
Marco
Junio Bruto fue uno de los últimos en unirse al complot y su reticencia a punto
estuvo de acabar sacando a la luz la trama. Días antes de los Idus de marzo,
aparecieron pintadas en Roma haciendo mención a su cobardía para «hacer lo que
hay que hacer». Finalmente se unió al complot. Los conspiradores le veían como
el tipo de persona poderosa, influyente y con contactos, que necesitaban para
salir airosos del crimen.
Fue
de los últimos en comprender que la plebe repudiaba el asesinato y se negó a
abandonar Roma hasta que vio que su seguridad y la de su familia peligraban
gravemente.
Se
convirtió junto a Casio en la cabeza visible de los Libertadores. No estaba
preparado para la vida militar y para dirigir un ejército. Función que recayó
sobre sus hombros tras el suicidio de Casio. En la contienda de Filipos se
equivocó con la disposición táctica, ofreció órdenes contradictorias y acabó
huyendo del campo de batalla.
Termino
su vida con un suicidio deshonroso, tuvo
que pedir ayuda a un esclavo para clavarse el gladio.
Turulio
estuvo en Filipos y consiguió huir. Debía ser experto navegante porque se unió
a Sexto Pompeyo, el hombre que puso en jaque a la Roma de Octavio, y se
convirtió en uno de sus lugartenientes.
Reclutado
por Marco Antonio tras la derrota de
Sexto luchó en Accio, donde fue derrotado. Logro salir vivo de la batalla,
navego a la deriva hasta quedarse sin víveres, por temor a tocar puerto y ser
detenido. Cuando toco puerto en Pérgamo su propia tripulación lo entrego a las
autoridades. Fue ejecutado inmediatamente.
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