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Las clientelas de la Roma republicana.







En el atrium un patrón recibe la salutatio matutina de sus clientes de mayor confianza, mientras otros esperan algo más alejados. Pintura histórica de Gustave Boulanger.






La forma más arcaica, de dependencia personal entre dos personas libres, es la clientela.




El PATRÓN Y EL CLIENTE.

La clientela comprende una relación entre dos partes: el patronus y el cliens, en la que el segundo estará en un plano social inferior al primero, con mayor poder económico, político o religioso.

Los clientes tenían la obligación de servir a su patrón, que les garantizaba a cambio su protección. Era una relación recíproca de fidelidad, bajo la fórmula de officium-beneficium. Un vínculo entre dos personas con una serie de obligaciones.

Un historiador llamado Badian estudió cómo eran las clientelas entre los romanos y los provinciales. Según este historiador, las clientelas se basaban en las obligaciones que tenía el cliente con el patrón.

El cliente debía responder ante las peticiones de su patrón y tratar de colaborar en todo. Esto era la manumissio.

La manumissio es un tipo de clientela especial. Un esclavo, tras ser liberado, quedaba ligado a su antiguo amo, pero como liberto. El poder del patronus en este caso es ilimitado sobre el hombre al que ha concedido la libertad, con derechos de tutela y sobre su herencia.

La deditio se produce tras un enfrentamiento entre Roma y un enemigo externo. El derrotado, un individuo o un colectivo, se convierte en cliente del romano vencedor, puede ser Roma o el general que ha comandado la batalla o la guerra. Es un “contrato voluntario” tras la rendición, el vencido se ofrece al vencedor como cliente. Era la manera más destacable de convertirse en clientes, al conseguirse solo tras rendirse en batalla.

La applicatio era una forma de manumissio que incluía fórmulas religiosas. Según el historiador Badian, hace referencia a una sumisión voluntaria, “seguir a un superior y someterse voluntariamente”, es la relación más desconocida por falta de información.

La relación entre cliente y patrón era una relación moral entre ellos, con derechos y obligaciones.

Las clientelas eran hereditarias, los hijos heredaban las obligaciones que tenían los padres.




Pintura de Alma Tadema

 
En las últimas décadas de la república, los grandes generales demostraban su poder por la posesión de una grande y sólida red de clientes. Los magistrados romanos de la época se labraron clientelas desde su juventud en provincia, César fue uno de ellos.

Un romano podía demostrar su poder por las movilizaciones de las elevadas clientelas que tuviese.

Estas clientelas eran necesarias para garantizar el poder político de los magistrados.
En el momento que los clientes formaban parte de la clientela de un romano, recibían el nombre del patrono, aunque con alguna excepción.

Las clientelas se daban en las provincias, pero también eran habituales entre dos ciudadanos romanos, aunque los hombres que pertenecían a la nobilitas no solían ofrecerse como clientes.

A la hora de votar, los clientes resultaban muy útiles, ya que un político romano acompañado de sus muchos clientes aumentaba su dignitas.

Estas relaciones de clientes y patronos eran diferentes según las provincias.

Con el tiempo las clientelas fueron evolucionando, en época tardorepublicana alcanzaron gran relevancia militar. También ayudaban a los patronos en la explotación de los recursos provinciales.

En estas relaciones tanto el cliente como el patrón recibían grandes beneficios. A cambio, el patrón les ofrecía su protección y una serie de privilegios que elevaban el estatus, con gran respeto por la comunidad.

Los patronos recompensaban con tierras, y en algunos casos la ciudadanía romana, con sus privilegios, como el de poder acceder a la magistratura.

Aunque la ciudadanía romana la concedía el estado romano, el patrono era el promotor de la misma.

La búsqueda de estos privilegios fomentaba que los clientes fueran fieles a su patrón, en algunos casos llegando a la consagración personal o devotio, por la que debían morir si el patrón moría violentamente.

Esta relación de clientelas en las provincias no se debe de confundir con la amicitia o el hospitum, que no eran relaciones de subordinación.

La amicitia era una relación entre iguales con el objetivo de lograr un beneficio mutuo.

El Primer Triunvirato entre César, Pompeyo y Craso es considerado una relación de amicitia.

El hospitium era una relación equilibrada en la que ambas partes se relacionan en igualdad de condiciones, teniendo una equidad de derechos y obligaciones.

La clientela fue una de las formas más habituales de relación entre dos personas libres en época tardorrepublicana. Siendo básico para los romanos esta relación para poseer una sólida base de poder.

En momentos bélicos la ayuda de los clientes era fundamental si llegaba la guerra.

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Fuentes:

Badian, Foreign Clientelae (1972B),











































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