Por Esperanza Varo (autor invitado)
Las noticias que nos llegan sobre Tiberio son a través de historiadores que, tanto contemporáneos como alejados de su tiempo, nos hablan de una figura en la que el odio del Senado por este Emperador hizo que se dibujara un personaje perverso y sórdido, pero ¿cuál es la realidad?
Tiberio,
en su primera época, sigue las huellas de Augusto y su reinado es una réplica
del anterior: poder absoluto del príncipe y respeto y colaboración efectiva con
el Senado, al que incluso refuerza en el aspecto legislativo, electoral y
judicial, pues transfiere al Senado la elección de los magistrados y el poder
legislativo.
LA SUCESIÓN DE AUGUSTO
Sobreviviendo a los amigos, a los
enemigos e incluso al recuerdo de sus primeros tiempos, Augusto, el Princeps,
llegó a conocer al nieto de su bisnieta. La ascensión del heredero de César
había constituido una serie de azares y milagros; su reinado constitucional,
sería reconocido por su duración y su solidez pues duró cuarenta años. No hubo
astrólogo ni médico que pudiera haber predicho que aquel frágil jovenzuelo iba
a sobrevivir un cuarto de siglo a su aliado y coetáneo, el robusto Agripa;
ningún conspirador hubiese podido contar por anticipado con las muertes de su
sobrino Marcelo, de su hijastro Druso, Gayo y Lucio, sus nietos y herederos
oficiales a la sucesión imperial.
Augusto se fijó en Tiberio como posible sucesor y desde muy joven le encomendó importantes responsabilidades militares y administrativas.
Igual que había hecho Augusto con Julio César, Tiberio cuidó mucho las apariencias en esa sucesión. Roma seguía siendo una república y la política romana, si bien oligárquica, era ferozmente antimonárquica.
¿POR QUÉ TIBERIO FUE EL ELEGIDO ?
Para Veleyo Patérculo, Tiberio era el único
con condiciones y capacidades demostradas para suceder a Augusto; incluso
señala cómo este último habría muerto tranquilamente entregando el gobierno del
Imperio a Tiberio.
Para
Suetonio, en cambio, la elección de Tiberio habría sido bastante más
pensada, e incluso mezquinamente calculada, “movido por la ambición de hacerse añorar más un día con semejante
sucesor”.
Tácito, por su parte, es
implacable con respecto a los motivos de elección de Tiberio como sucesor de
Augusto y dice: «no quedaba nadie más que
fuera capaz de llevar esa carga –Marcelo, Agripa, Gayo y Lucio habían muerto– y
el princeps se había asegurado a Tiberio en su adopción, junto con la de Marco Agripa,
su nieto, obligándolo a su vez a adoptar al popular Germánico».
En
verdad, no había nadie mejor preparado que Tiberio para suceder a Augusto,
aunque esto no signifique que lo hubiera elegido por gusto. Era muy difícil
suceder a un genio político, al hombre más poderoso del mundo y aclamado por
todos.
¿Por
qué el pueblo romano acepta a Tiberio? Porque Augusto se había preocupado de
dejarle una base segura de su poder. Este había sido uno de los puntos clave de
la política augustea, preparar la estructura para que la sucesión se realizara
como algo normal y fuera de toda duda.
GOBIERNO DE TIBERIO
Tras la muerte del
emperador Augusto, a Tiberio le esperaba la difícil tarea de intentar estar a
su altura.
Tiberio decidió que en lugar de expandir los dominios de
Roma, optaría por consolidar la romanización de los territorios ya existentes.
Esta decisión fue motivada entre otras cosas por la experiencia en Germania, en
tiempos de Augusto, donde la traición de Arminio, un príncipe supuestamente
aliado, había conducido al exterminio de tres legiones y la pérdida del
territorio al este del Rin.
TIBERIO EN CAPRI
El princeps era
de carácter melancólico y huraño y la muerte de su hijo Druso en el año 23
acentuó hasta el extremo este rasgo de su carácter.
A los 69 años, el emperador Tiberio decidió
retirarse a la isla de Capri. Le atraía el clima de ese lugar, suave en
invierno y de agradable temperatura en verano. Pero el factor decisivo para
elegir Capri fue el de la seguridad; ya que, aparentemente, la razón por la
cual Tiberio se trasladó desde Roma a Capri fue el temor a ser
asesinado. La villa Jovi (Júpiter) está situada en un punto de la isla muy
retirado y los cuartos de Tiberio al norte y al este de la lujosa villa eran
particularmente difíciles de alcanzar y estaban fuertemente protegidos. A la
isla se accedía por una única y pequeña playa, quedando rodeada por altísimos
acantilados de roca y un mar muy profundo.
Es la
mayor de las doce villas de Tiberio en Capri, mencionadas por Tácito. El
complejo, que incluía una serie de terrazas, tenía una superficie aproximada de
7.000 metros cuadrados.
Otros atribuían la decisión de su retiro a la
mala influencia de Lucio Elio Sejano, mano derecha de Tiberio y miembro de la
clase de los caballeros, cuyo poder había ido creciendo. Se creía que Sejano
deseaba alejar a Tiberio de Roma y mantenerlo aislado para tener las manos
libres y controlar el acceso a la persona del emperador. Algo que convenía al
propio Tiberio, que prefería dejar el ejercicio del poder en manos de su
ministro mientras él permanecía en su isla en una relativa tranquilidad.
Sin
embargo, Tiberio volvió de nuevo a Roma porque debió de haber sido reclamado
por las insistentes súplicas de la multitud debido al desastre de Fidenas,
donde, al haberse derrumbado el anfiteatro durante unos juegos de gladiadores,
habían perecido más de veinte mil espectadores.
Cuando
estuvo de regreso en la isla, se despreocupó de todos los asuntos de Estado y una
vez obtuvo la permisividad que le daba su retiro, lejos, por así decirlo, de
los ojos de los ciudadanos, dejó por fin que se desbordaran a la vez todos los
vicios que, durante mucho tiempo, a duras penas había conseguido disimular.
LOS VICIOS DE TIBERIO VISTOS POR SUETONIO
El odio del Senado a este Emperador hizo
que se dibujara un escenario de perversiones sexuales en su Villa de
Capri. Los propagandistas del Senado, y los de su propio sucesor,
Calígula, extendieron una serie de bulos escabrosos sobre lo que ocurría en
aquella villa. Suetonio en su biografía describe situaciones de sadomasoquismo
y pedofilia en Capri:
«Ya
en sus inicios como soldado, debido a su excesiva afición al vino, en el
campamento se le llamaba «Biberius» en lugar de Tiberius, Más adelante, ya
emperador, al mismo tiempo que pretendía corregir las costumbres públicas, se
pasó una noche y dos días seguidos comiendo y bebiendo en compañía de Pomponio
Flaco y Lucio Pisón. Inmediatamente después otorgó al primero de ellos la
provincia de Siria y, al segundo, la prefectura de la ciudad, designándolos
incluso en sus cartas credenciales como «sus
más queridos amigos de todas las horas». Con ejemplos como estos Suetonio
intenta describir a un emperador borracho y pervertido.
«En su retiro de Capri ideó un aposento con
divanes, como recinto de secretos placeres, donde grupos de chicas y jóvenes
libertinos —reclutados por todas partes junto con inventores de coitos
monstruosos, a los que llamaba spintrias—, ayuntándose simultáneamente en
grupos de tres, copulaban por turnos delante de él, para excitar con ese
espectáculo su mortecina libido. Adornó las habitaciones, dispuestas por
distintos lugares, con cuadros y estatuas que reproducían imágenes y figuras de
la máxima lascivia y puso también en cada una de ellas los libros de Elefántide
para que, cuando jodiesen, no le faltara a nadie el modelo de la postura que él
ordenaba. Por todo ello, todo el mundo le llamaba abiertamente, jugando con el
nombre de la isla, «el Cabrón».
Según
Suetonio, como emperador, tampoco llevó a cabo ninguna obra pública de
importancia, pues las únicas que emprendió, el templo de Augusto y la
reconstrucción del teatro de Pompeyo, después de muchos años las dejó
inacabadas. Tampoco ofreció ninguna clase de espectáculos y, cuando los
organizaron, asistió a ellos rarísimas veces para evitar que le pudieran pedir
algún favor, sobre todo después que se le obligó a manumitir al actor Accio.
Por
lo que se refiere al pueblo, tan sólo en dos ocasiones dio muestras de
liberalidad. En una de ellas, concedió cien millones de sestercios sin
intereses durante tres años y, en la otra, pagó a los propietarios el valor de
los bloques de casas que habían sido destruidos por un incendio en el monte
Celio.
En
cuanto a los soldados, aparte de duplicarles el legado del testamento de
Augusto, no volvió a tener con ellos muestra alguna de generosidad, a excepción
de un donativo de mil denarios a cada uno de los pretorianos, porque no se
habían unido a Sejano, y algunas recompensas a las legiones de Siria, que
habían sido las únicas que no habían rendido honores a Sejano colocando su
imagen entre las enseñas de la legión.
No
mostró tampoco liberalidad alguna en favor de las provincias, con excepción de
Asia, cuando sus ciudades quedaron arrasadas por un terremoto. Más tarde, con
el paso de los años, se decantó incluso por la rapiña. Está suficientemente
probado que, valiéndose del miedo y la angustia, empujó a Cneo Léntulo Augur,
uno de los ciudadanos más ricos, al hastío de la vida y al suicidio, dejándole
a él como único heredero.
No profesó un amor de padre a ninguno de sus hijos, ni
a Druso, su hijo verdadero, ni a Germánico, su hijo adoptivo, muy disgustado
además con el primero, pues era de vida muy indolente y disoluta. Así pues, ni
siquiera su muerte le conmovió demasiado,
limitándose
a no volver inmediatamente a la rutina diaria de los asuntos de Estado después
de sus exequias, pero prohibiendo que se prolongase en exceso el cierre de los
tribunales en señal de duelo.
Sin embargo, es objeto de debate si estos
relatos del libertinaje de Tiberio son verídicos o meras calumnias de sus
detractores. Los mismos relatos cuentan que el emperador ordenó matar a tres
mujeres en una cueva cercana a la villa.
TIBERIO VISTO POR TÁCITO
Tácito
afirma que la historia que se había escrito sobre Tiberio había sido presionada
por el miedo mientras vivían los emperadores y, después de muertos éstos, los
historiadores se habrían dejado llevar por el resentimiento. Por eso, Tácito
justifica su deseo de revisar tales tiempos, pues se considera lo
suficientemente alejado para no herir susceptibilidades y guardar, en cierta
medida, su libertad de acción pues pretende escribir
sine ira et studio (sin odio ni parcialidad), como él mismo declara, ya que
no tiene motivos para ello. Sin embargo, esta declaración de neutralidad está
cargada de un fuerte elemento subjetivo, que resulta ser el propio sentimiento
del republicano Tácito.
Tácito
analiza sobre todo la política interna del gobierno de Tiberio, y a la hora de
resumir su vida y sus hechos se concentran sobre todo en el deterioro de la
personalidad del sucesor de Augusto.
El
carácter de Tiberio habría sido, para Tácito, la principal causa del
empeoramiento de las relaciones entre el príncipe y el Senado y el resto de los
miembros de la antigua aristocracia senatorial. Este fue, sin duda, el punto
más débil del nuevo príncipe: su relación con el antiguo orden senatorial,
que su predecesor había logrado mantener en una posición relativamente activa y
de concordia
Existen
razones para ser cautos con la obra de Tácito, pues estaba escribiendo su obra más
de sesenta años después de la muerte de Tiberio. Había muy pocos que pudiesen
recordar el reinado de Tiberio y Tácito había dependido principalmente de
fuentes literarias cuya identidad, calidad y veracidad son normalmente
difíciles de evaluar. Prejuicios, parcialidades, malos entendidos y rumores
deben de haberse mezclado con los hechos.
Según
Tácito la muerte del emperador fue recibida con entusiasmo entre el pueblo
romano, solo para silenciarse repentinamente cuando tuvo noticias de su
recuperación y volverse a regocijar cuando Calígula y Macrón le asesinaron.
Así
que, como en muchas ocasiones en la historia, conocer al verdadero Tiberio nos
resulta casi imposible de conocer.
EL FINAL DEL "EMPERADOR TRISTE"
Cuando Tiberio tenía ochenta años, tomó parte en unos
juegos ceremoniales y se dislocó el hombro al lanzar una jabalina. Fue llevado
a palacio y los médicos declararon que estaba a punto de morir. Ante dicha
perspectiva, la guardia pretoriana aclamó a
Calígula como nuevo emperador y se enviaron correos a
todo el imperio para anunciar la sucesión.
Pero los médicos no acertaron en su pronóstico. Al
cabo de unas horas Tiberio se despertó como si nada hubiera sucedido. Esta
inesperada recuperación desató el pánico entre la guardia y los senadores, que
ya habían reconocido a Calígula como nuevo emperador y temían lo que podía
suponer aquella marcha atrás; a lo peor, una nueva guerra civil. El comandante de los pretorianos,
Nevio Sutorio Macrón, decidió entonces solucionar el conflicto allí mismo
y asfixió a Tiberio
con las sábanas.
De este modo tan poco digno murió el segundo emperador de
Roma.
¿PADECÍA
TIBERIO UNA ENFERMEDAD MENTAL?
Cuando se presenta una transformación
tan profunda de una personalidad como en el caso de Tiberio, la primera
pregunta a plantearse es si es consecuencia de una enfermedad mental.
A lo largo de la
historia ha existido un gran afán por diagnosticar a Tiberio, por explicar lo
que carece de sentido. Es el caso de Gregorio Marañón que intentó profundizar
en la vida del emperador, con el fin de dilucidar estas incongruencias. Marañón recalca los rasgos de su temperamento
(por lo que lo llamaban el emperador triste), que presenta desde la juventud:
su timidez, retraimiento social, antipatía y tendencia al resentimiento.
Marañón destaca el peso de la circunstancia que va labrando aristas en su
personalidad y consolidando rasgos que de otro modo se habrían ido difuminando.
Tiberio era feo, y su rostro se fue deformando por una tiña de la barba y fue
desgraciado en sus amores, quizá todo ello condicionado por la política. En la
obra de Marañón, Tiberio aparece como un joven con una pobre imagen de sí mismo,
no parece ésta la personalidad más idónea para hacer frente a las
responsabilidades de un césar en un mundo en profundos cambios. Su enorme poder
y la soledad intrínseca al mismo tiempo fueron, como bien describe Marañón,
cimentando el resentimiento de Tiberio. Según Marañón este fue el verdadero
problema de Tiberio y por eso pienso que según la descripción de su
personalidad sería más creíble el aislamiento que la depravación.
La interpretación de Marañón del papel
del resentimiento en la vida de Tiberio, y por ende en la de la Roma de su
tiempo, es realmente esclarecedora. El resentimiento es un sentimiento retenido
e incorporado (Marañón); una autointoxicación psíquica permanente. Es volver a
sentir lo mismo desde la inmovilidad, porque la realidad se ha convertido en
más infernal. Pero aún hay más, como
demuestra el “Tiberio” de Marañón, el resentido convierte, paso a paso, la
realidad en un infierno para sí mismo y los demás. Destruye la confianza mutua
entre los seres humanos. Por eso Tiberio estuvo contra Roma; por eso Roma
clamaba por que fuera arrojado al Tíber. El resentimiento aísla y petrifica al
resentido; destruye el tejido social y distorsiona la realidad; impide ver la
verdad; no permite que las cosas y las personas se manifiesten en lo que son y
abre las puertas a un sinfín de verdades particulares. El resentimiento también
da paso a leyendas, negras y blancas. Marañón vio e intuyó todo esto.
LA REALIDAD
Al margen de sus
bondades o maldades personales, lo cierto es que Tiberio había logrado consolidar
aquello que Augusto había conseguido. Especialmente
destacable fue su gestión económica, ya que dejó de lado algunas prácticas que
suponían un gran dispendio de dinero, como los combates de gladiadores; esto
tuvo sin duda un impacto negativo en su popularidad entre la plebe, pero permitió que las arcas del imperio crecieran considerablemente y que su sucesor Calígula se encargaría de dilapidar.
Fuentes:
La revolución romana… Ronald Syme
Tiberio en los anales de Tácito… Catalina Balmaceda
Vida de los doce césares….Suetonio
Tiberio, historia de un resentimiento…. Gregorio Marañón
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