La puella romana, educada para casarse
Papel de la mujer en la antigüedad.
«El papel fundamental de la mujer es ocuparse de sus hijos, de su marido y de su hogar […]. No está capacitada para hablar en el concejo municipal, pero puede dar su opinión en lo tocante a asuntos domésticos. De hecho, a menudo conoce mejor las necesidades del hogar que el marido […]. Elimina todas las preocupaciones y libera a su esposo de todos los problemas al ocuparse de la despensa, de hilar la lana, de cocinar, de la ropa y de todo el resto de tareas impropias de los maridos. De hecho, puede hacer todas esas cosas mejor que un esposo, incluso aunque este intentase asumir tales tareas». (El tipo de mujeres que deberían tomarse como esposas, 4).
No debemos ver nunca estos hechos con los ojos del presente
y comparar con nuestros tiempos, pues la vida, las condiciones y los objetivos
eran diferentes. La mujer, en aquellos tiempos, debía madurar con mucha
celeridad. La fémina romana pasaba a ser adulta con el matrimonio. Un cambio en
su vida que se producía en el momento adecuado según las costumbres ancestrales
romanas. La boda era un rito de tránsito en el que la mujer dejaba su infancia
y pasaba a ser matrona.
En ese instante entraba en un nuevo círculo de relaciones
familiares y sociales, pues Roma era una sociedad patrilocal. La joven se
trasladaba a casa de su marido y su identidad quedaba ligada a este. Su rol
iría en función de la posición social de su dómine.
Edad para casarse.
No se consideraban uxores
a las jóvenes casadas precozmente hasta que no llegaran a esta edad mínima
establecida. De esa manera, la niña casada antes de los 12 años se designaba
como sponsa o quasi uxor, si se había hecho el enlace formal.
En la epigrafía podemos encontrar algunos epitafios de
jóvenes que no cumplieron la edad mínima (CIL XIII, 3846, CIL VI, 17599, CIL
VI, 24986, CIL III, 11032):
• Iouina, originaria de Augusta Treuerorum, muerta cuando
tenía diez años.
• Fabia Gemella, procedente de Roma, murió a los once años.
• Primitiua, de Roma, muerta a los diez años de edad;
• Auria, de Brigetio en Pannonia Superior, muerta a los diez
años de edad.
Es bastante probable que estas edades fueran normales. La
legislación no impedía la posibilidad de que la menor de 12 años conviviera en
casa del futuro marido. La puella
podía ser prometida y trasladada a casa del esposo. Se permitía el oficio de
las bodas, aunque el matrimonio no se consideraba legal hasta el momento en que
la novia cumplía la edad mínima. En principio, las posibles relaciones
sexuales, si existieran en esos casos, estarían prohibidas. Aunque, ¿quién sabe
qué sucedía en la privacidad de la alcoba de la domus?
Sirva como ejemplo uno de los casos dados anteriormente, el
de Fabia Gemella de Roma (CIL VI, 17599):
Fabiae Gemellae / M. Valerius Herecla / Coniugi benemerenti
/ v(ixit) a(nnis) X d(iesbus) XI.
A pesar de la corta edad de la fallecida, esta es denominada
como esposa, coniugi, y no como prometida, sponsa.
Aunque nos movemos en el mito, el mismo Plutarco, en la Vida
de Numa, nos relata que se casaban a las niñas a los 12 años, e incluso antes,
para asegurar la virginidad de las mismas. Esto nos puede indicar que la
costumbre estaba muy arraigada y venía desde los orígenes de la Urbe e incide
en que el principal motivo por el que las niñas romanas accedían en ese momento
a la vida conyugal respondía al ideal de virtud y pureza. Cuanto antes se
casara la joven, más probabilidades existían que fuera virgen y dócil en su
comportamiento. Cada familia tenía sus costumbres y la novia debía aprender
cómo y a quién abrazar, besar o expresar afecto de manera adecuada,
especialmente en el caso de las familias de la élite.
Lo idóneo era que la joven perdiera la virginidad al casarse
y que fuera univira para el resto de su vida (Val Máx. 2.1.3). Sirva también
esta inscripción como ejemplo (CIL 811294, Zaatli, Jabal az, Túnez):
Desarrollo físico.
Es relevante la consideración del desarrollo fisiológico de
estas jóvenes y de cómo este influía en la edad de matrimonio. Los varones
alcanzaban la adultez a través de la inspectio
corporis, un examen físico del órgano reproductor del joven, el día que se
celebraba la solemnitas togae purae
normalmente de los 14 a los 16 años de edad.
Hay un hecho físico evidente en la mujer que nos indica un
cambio de fase. Los 12 años fueron fijados para el comienzo de la adolescencia
en las jóvenes romanas, aunque esto es aproximado, pues no todas las mujeres han
tenido a esa edad su primera menstruación. Sumar a eso que el desarrollo del
cuerpo puede empezar con anterioridad y hay diferencias considerables con
respecto al progreso de cada una de las niñas.
Modelo de feminidad ideal
El filósofo estoico Musonio Rufo (Disertaciones, Fragmentos
menores) ofrece la visión o las características buscadas en una mujer a la que
se consideraba virtuosa (bona). Para lo cual tenía que estar dotada de pudicitia, una especie de autocontrol de
los impulsos en sociedad, especialmente de los sexuales (casta), que debían
observar tanto hombres como mujeres pero que se consideraba propio del sexo
femenino. En lo emocional debía ser comedida y controlarse. Tenía que ser,
además, trabajadora incansable en el hogar (domiseda),
ser diligente (pienta) ama de casa,
estar preparada y dispuesta para alimentar a sus hijos con su pecho y servir al
marido directamente, con sus propias manos. Además tenía la obligación de
atender a las labores propias de la condición femenina como por ejemplo el
tejido de la lana (lanifica). Otros
atributos son ser honesta, moderada, sobria y prudente (frugi), austera, modesta y reservada en todo momento.
Muerte prematura.
Al ser el matrimonio lo que definía el paso a la vida adulta
y útil, las mujeres que morían en edad casadera eran privadas de un elemento
significativo de su identidad. Su función en la sociedad romana no había sido
completada. Muchas de las inscripciones nos indican el concepto, la idea, de
fracaso ante el futuro que le ha sido negado a la joven. Se hacen eco no solo
de la pérdida de la niña, sino también de la mujer, el proyecto de madre, que
pudo ser y que no se llevó a cabo finalmente. Nos manifiestan la pena de que
esa hija no pudo hacer la labor para la que había venido al mundo.
Epitafio a Armonía Rufina, (CIL X, 2496)
«No había bastado que estos desafortunados padres vivieran con un único dolor, porque ya antes habían perdido a una hija: helos aquí ahora con otra hija enterrada que les renueva el mismo dolor, pues las dos desdichadas fueron a morir ya casi en su edad nupcial. Y qué dolor tan grande nos has dejado, Armonía Rufina, después de vivir con nosotros trece años, seis meses y veintiséis días. Y nosotros, vuestros padres, estamos deseosos de acercarnos a vosotras, yo, vuestro padre Harmonio Jenaro, junto con vuestra madre, Claudia Trófime, que llora y vive sin dejar de lamentarse. Y no dudamos, desde luego, en abandonar la vida y morir».
Conclusiones.
El papel fundamental de la mujer romana era ocuparse de sus
hijos, de su marido y de su hogar. La edad de acceso al matrimonio de las
puellae romanas se hacía probablemente a edades prematuras a juzgar por los
testimonios jurídicos y epigráficos. El límite definido por la ley, de 12 años
de edad, no se cumplía. Lo que provocaba habitualmente matrimonios con menores
prepuberales. Esta temprana iniciación de la vida marital fomentaba una
temprana preparación de la niña romana en aras del cumplimiento de un modelo de
matrona determinado por los ideales de buena esposa y madre y ligado al ámbito
doméstico y familiar.
De otro lado, a raíz de los textos y epitafios se desprende
que estas niñas eran concebidas como mujeres adultas. En sus descripciones se
valora el comportamiento maduro que se exige de ellas, y que vienen a confirmar
como, desde muy pequeñas, están siendo preparadas para su futura función en la
sociedad. Rol que si no era conseguido se consideraba una desgracia ante la
evidencia del fracaso de la matrona que pudo ser y no fue.
Imágenes:
John William Godward, dominio público.
Fuentes:
Puellae educadas para el matrimonio de Marta Álvaro Bernal
(Universidad de Sevilla).
La interiorización del modelo de feminidad ideal por las
mujeres romanas de Marta González Herrero (Universidad de Oviedo)
Plinio el Joven , Cartas.
La Roma de los olvidados de Robert C Knapp.
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