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La puella romana, educada para casarse

 


Por Ángel Portillo Lucas (autor invitado) 


Papel de la mujer en la antigüedad.




Desde la más tierna infancia a la mujer, a la niña, se la educaba para casarse, ser una buena madre y esposa, y eran instruidas con este propósito. Juan Crisóstomo, describe a la perfección el pensamiento clásico de la antigüedad:

«El papel fundamental de la mujer es ocuparse de sus hijos, de su marido y de su hogar […]. No está capacitada para hablar en el concejo municipal, pero puede dar su opinión en lo tocante a asuntos domésticos. De hecho, a menudo conoce mejor las necesidades del hogar que el marido […]. Elimina todas las preocupaciones y libera a su esposo de todos los problemas al ocuparse de la despensa, de hilar la lana, de cocinar, de la ropa y de todo el resto de tareas impropias de los maridos. De hecho, puede hacer todas esas cosas mejor que un esposo, incluso aunque este intentase asumir tales tareas». (El tipo de mujeres que deberían tomarse como esposas, 4).

Este fragmento de “Servilia, La mujer que cambió el destino de Roma” de Mireia Gallego Verdejo nos profundiza en lo que se esperaba de ellas:

 «El acoso al que nos encontramos es constante, buena hija, buena hermana, buena esposa, buena madre, buena ciudadana. No importa si eres lista, si sabes sobre retórica, si tu oratoria es cuidada, si dominas lenguas, si conoces la metafísica de Aristóteles o si eres la mejor estratega política. Simplemente, cuida vástagos romanos, sé digna de tu apellido y satisface a tu dómine».

No debemos ver nunca estos hechos con los ojos del presente y comparar con nuestros tiempos, pues la vida, las condiciones y los objetivos eran diferentes. La mujer, en aquellos tiempos, debía madurar con mucha celeridad. La fémina romana pasaba a ser adulta con el matrimonio. Un cambio en su vida que se producía en el momento adecuado según las costumbres ancestrales romanas. La boda era un rito de tránsito en el que la mujer dejaba su infancia y pasaba a ser matrona.

En ese instante entraba en un nuevo círculo de relaciones familiares y sociales, pues Roma era una sociedad patrilocal. La joven se trasladaba a casa de su marido y su identidad quedaba ligada a este. Su rol iría en función de la posición social de su dómine.


Edad para casarse.




Según muchas fuentes jurídicas de la época, esto se producía a los 12 años. La niña se consideraba entonces viripotens (casadera o capaz de varón). En el derecho romano, la boda solo era legal si ella tenía esa edad, en el caso de los varones era a los 14 años. Parece ser que el único requisito adicional era que estuvieran de acuerdo las familias o las personas bajo las que se encontraran supeditadas. Así pues, el hombre estaba preparado para el matrimonio cuando tenía, en teoría, capacidad para engendrar y la mujer lo estaba a partir del momento en el que podía, desde el punto de vista físico, mantener relaciones sexuales.

Hay que puntualizar, según Herenio Modestino, que los enlaces en sí no se realizaban a una edad concreta, pues el único límite era la infancia. Isidoro de Sevilla establece los siete años como edad a partir de la cual termina la infancia y comienza la pubertad. Los límites de edad legales eran muchas veces ignorados. El derecho a tomar a estas puellae, se daba por la costumbre y con más probabilidad en las clases altas. El mundo romano estaba muy definido por las costumbres de las familias, dando paso a casos que nos alejan de una visión unificada o general.

No se consideraban uxores a las jóvenes casadas precozmente hasta que no llegaran a esta edad mínima establecida. De esa manera, la niña casada antes de los 12 años se designaba como sponsa o quasi uxor, si se había hecho el enlace formal.

En la epigrafía podemos encontrar algunos epitafios de jóvenes que no cumplieron la edad mínima (CIL XIII, 3846, CIL VI, 17599, CIL VI, 24986, CIL III, 11032):

• Iouina, originaria de Augusta Treuerorum, muerta cuando tenía diez años.

• Fabia Gemella, procedente de Roma, murió a los once años.

• Primitiua, de Roma, muerta a los diez años de edad;

• Auria, de Brigetio en Pannonia Superior, muerta a los diez años de edad.

Es bastante probable que estas edades fueran normales. La legislación no impedía la posibilidad de que la menor de 12 años conviviera en casa del futuro marido. La puella podía ser prometida y trasladada a casa del esposo. Se permitía el oficio de las bodas, aunque el matrimonio no se consideraba legal hasta el momento en que la novia cumplía la edad mínima. En principio, las posibles relaciones sexuales, si existieran en esos casos, estarían prohibidas. Aunque, ¿quién sabe qué sucedía en la privacidad de la alcoba de la domus?

Sirva como ejemplo uno de los casos dados anteriormente, el de Fabia Gemella de Roma (CIL VI, 17599):

Fabiae Gemellae / M. Valerius Herecla / Coniugi benemerenti / v(ixit) a(nnis) X d(iesbus) XI.

A pesar de la corta edad de la fallecida, esta es denominada como esposa, coniugi, y no como prometida, sponsa.

Aunque nos movemos en el mito, el mismo Plutarco, en la Vida de Numa, nos relata que se casaban a las niñas a los 12 años, e incluso antes, para asegurar la virginidad de las mismas. Esto nos puede indicar que la costumbre estaba muy arraigada y venía desde los orígenes de la Urbe e incide en que el principal motivo por el que las niñas romanas accedían en ese momento a la vida conyugal respondía al ideal de virtud y pureza. Cuanto antes se casara la joven, más probabilidades existían que fuera virgen y dócil en su comportamiento. Cada familia tenía sus costumbres y la novia debía aprender cómo y a quién abrazar, besar o expresar afecto de manera adecuada, especialmente en el caso de las familias de la élite.

Lo idóneo era que la joven perdiera la virginidad al casarse y que fuera univira para el resto de su vida (Val Máx. 2.1.3). Sirva también esta inscripción como ejemplo (CIL 811294, Zaatli, Jabal az, Túnez):

 «Postumia Matronilla fue una esposa incomparable, una buena madre, una abuela abnegada, casta, piadosa, trabajadora, austera, eficiente, atenta, sensible, compañera de un solo hombre durante toda su vida, cuya cama fue la única que compartió, matriarca laboriosa y llena de buena fe, que vivió cincuenta y tres años, cinco meses y tres días».

Desarrollo físico.


Es relevante la consideración del desarrollo fisiológico de estas jóvenes y de cómo este influía en la edad de matrimonio. Los varones alcanzaban la adultez a través de la inspectio corporis, un examen físico del órgano reproductor del joven, el día que se celebraba la solemnitas togae purae normalmente de los 14 a los 16 años de edad.

Hay un hecho físico evidente en la mujer que nos indica un cambio de fase. Los 12 años fueron fijados para el comienzo de la adolescencia en las jóvenes romanas, aunque esto es aproximado, pues no todas las mujeres han tenido a esa edad su primera menstruación. Sumar a eso que el desarrollo del cuerpo puede empezar con anterioridad y hay diferencias considerables con respecto al progreso de cada una de las niñas. 

El pater familias o tutor bajo cuya tutela se encontraba, era quien decidía cuándo se debía producir tal acontecimiento, sin que se tuviera en consideración el desarrollo físico. No existe en derecho romano una edad para matrimonio y otra para la pubertad, sino que se establece una edad única a todos los efectos, aquella en que la mujer es virum pati potest (físicamente puede aguantar al hombre) y eso era, en principio, a los 12 años.

Modelo de feminidad ideal

El filósofo estoico Musonio Rufo (Disertaciones, Fragmentos menores) ofrece la visión o las características buscadas en una mujer a la que se consideraba virtuosa (bona). Para lo cual tenía que estar dotada de pudicitia, una especie de autocontrol de los impulsos en sociedad, especialmente de los sexuales (casta), que debían observar tanto hombres como mujeres pero que se consideraba propio del sexo femenino. En lo emocional debía ser comedida y controlarse. Tenía que ser, además, trabajadora incansable en el hogar (domiseda), ser diligente (pienta) ama de casa, estar preparada y dispuesta para alimentar a sus hijos con su pecho y servir al marido directamente, con sus propias manos. Además tenía la obligación de atender a las labores propias de la condición femenina como por ejemplo el tejido de la lana (lanifica). Otros atributos son ser honesta, moderada, sobria y prudente (frugi), austera, modesta y reservada en todo momento.

Domincio Ulpiano (ad Edictum) nos hace el siguiente comentario sobre lo que, según él, se definía con el término de materfamilias:
 
«Por “materfamilias” debemos entender la que no vivió deshonestamente; porque las costumbres distinguen y separan de las demás mujeres a la materfamilias; por consiguiente, nada importará que sea casada, o viuda, o que sea ingenua, o libertina; porque ni las nupcias, ni el nacimiento, sino las buenas costumbres hacen a la materfamilias».
 
Como último ejemplo de esta visión y esta interiorización tenemos este que nos explica Valerio Máximo (Hechos y Dichos Memorables, 6,3,10):
 
«Horrible fue también el rigor como marido de Gayo Sulpicio Galo, que repudió a su mujer al enterarse de que había salido de casa con la cabeza descubierta. Este castigo fue duro, pero no carecía de razón, ya que, según sus palabras: «Es la ley la que determina que sólo mis ojos (los del esposo) comprueben tu belleza. Arréglate, pues, para ellos; consigue que te vean bella y fíate solo de su juicio. Pero si te dejas ver de forma demasiado provocativa, necesariamente caerás en sospecha y en culpa.»
 
Añadir a esto último que el derecho romano consideraba como atenuante un atuendo poco conveniente: «si alguien intenta seducir a doncellas vestidas con traje de esclavas, se considera menor la falta, y mucho menor si son mujeres vestidas con trajes de meretrices y no de señoras honestas”

Es difícil no plantear que la interiorización del modelo condujo a muchas mujeres a actuar como este recomendaba, más si tenemos en cuenta el alto precio que podían pagar si no lo hacían: ser culpabilizadas y reprobadas socialmente. Según las fuentes reseñadas, podemos deducir que la mentalidad romana del tipo de mujer fue aceptada por las propias féminas y este proceder condicionó sus vidas.

Muerte prematura.

Al ser el matrimonio lo que definía el paso a la vida adulta y útil, las mujeres que morían en edad casadera eran privadas de un elemento significativo de su identidad. Su función en la sociedad romana no había sido completada. Muchas de las inscripciones nos indican el concepto, la idea, de fracaso ante el futuro que le ha sido negado a la joven. Se hacen eco no solo de la pérdida de la niña, sino también de la mujer, el proyecto de madre, que pudo ser y que no se llevó a cabo finalmente. Nos manifiestan la pena de que esa hija no pudo hacer la labor para la que había venido al mundo.

 Sirvan los siguientes textos para mostrar el proyecto de esposa y madre que se ha visto truncado (Plinio, Epístolas, V, 16):

«No había cumplido aún trece años y ya mostraba la sabiduría de una anciana y la dignidad de una madre de familia, al mismo tiempo que conservaba, no obstante, la dulzura de una niña y el pudor propio de una joven virgen. ¡Qué muerte tan cruel y prematura! ¡Y aún más desgraciado que la propia muerte fue el momento en el que esta le sobrevino! Estaba ya comprometida con un excelente joven, se había elegido ya la fecha de la boda, los familiares y amigos habíamos sido ya invitados. ¡En qué tristeza se trocó esa alegría!»
 

Epitafio a Armonía Rufina, (CIL X, 2496)

«No había bastado que estos desafortunados padres vivieran con un único dolor, porque ya antes habían perdido a una hija: helos aquí ahora con otra hija enterrada que les renueva el mismo dolor, pues las dos desdichadas fueron a morir ya casi en su edad nupcial. Y qué dolor tan grande nos has dejado, Armonía Rufina, después de vivir con nosotros trece años, seis meses y veintiséis días. Y nosotros, vuestros padres, estamos deseosos de acercarnos a vosotras, yo, vuestro padre Harmonio Jenaro, junto con vuestra madre, Claudia Trófime, que llora y vive sin dejar de lamentarse. Y no dudamos, desde luego, en abandonar la vida y morir».
 

Conclusiones.

El papel fundamental de la mujer romana era ocuparse de sus hijos, de su marido y de su hogar. La edad de acceso al matrimonio de las puellae romanas se hacía probablemente a edades prematuras a juzgar por los testimonios jurídicos y epigráficos. El límite definido por la ley, de 12 años de edad, no se cumplía. Lo que provocaba habitualmente matrimonios con menores prepuberales. Esta temprana iniciación de la vida marital fomentaba una temprana preparación de la niña romana en aras del cumplimiento de un modelo de matrona determinado por los ideales de buena esposa y madre y ligado al ámbito doméstico y familiar.

De otro lado, a raíz de los textos y epitafios se desprende que estas niñas eran concebidas como mujeres adultas. En sus descripciones se valora el comportamiento maduro que se exige de ellas, y que vienen a confirmar como, desde muy pequeñas, están siendo preparadas para su futura función en la sociedad. Rol que si no era conseguido se consideraba una desgracia ante la evidencia del fracaso de la matrona que pudo ser y no fue.

Imágenes:

John William Godward, dominio público.

Fuentes:

Puellae educadas para el matrimonio de Marta Álvaro Bernal (Universidad de Sevilla).

La interiorización del modelo de feminidad ideal por las mujeres romanas de Marta González Herrero (Universidad de Oviedo)

Plinio el Joven , Cartas.

La Roma de los olvidados de Robert C Knapp.


escuchar audio:

 La Puella romana, educada para casarse.


Sobre ángel Porillo Lucas:

Profesor por vocación y escritor por afición. Gran conocedor y divulgador del mundo romano.
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