Epidemias en Roma y la plaga Antonina
Las epidemias causaron grandes estragos en la población romana., marcan la historia de los primeros siglos de Roma, y, aunque es difícil darles un nombre preciso, sus consecuencias nos son bien conocidas. En año 459 A.C.a las amenazas que los ejércitos itálicos hacen pesar sobre la ciudad, se agrega a comienzos del mes de agosto una terrible epidemia: "La estación era particularmente malsana, y hubo un período de epidemias en la ciudad y en los campos, tanto para los hombres como para el ganado. La epidemia tomó gran fuerza, porque los campesinos, temerosos del saqueo, se refugiaron en la ciudad con sus rebaños. Promiscuidad de criaturas de toda especie, olores no habituales para los ciudadanos, amontonamiento de campesinos en chozas. Y a todos estos tormentos se agregaba la canícula y los insomnios. Al cuidarse unos a otros, la gente difundió el contagio."
Las enfermedades aparecen regularmente en Roma, y las víctimas obligadas son las capas más pobres de la ciudad: "Una epidemia que, el año anterior, había atacado a los bovinos, este año (174 A.C.) se hizo sentir sobre los humanos. Los atacados no sobrevivían más allá de siete días. Los que pasaban la crisis sufrían de malestares prolongados, principalmente fiebre cuartana. La mayoría de las víctimas eran esclavos. Las calles se cubrieron de sus cadáveres, que quedaban sin sepultura. Se llegó a no enterrar siquiera a los hombres libres. Los cadáveres, a los que no tocaban los perros ni los buitres, se descomponían lentamente. Se probó, por cierto, que ni ese año ni el anterior hubo aves de rapiña, pese a la gran mortandad de vacunos y hombres."
Además de las "pestes" había también enfermedades endémicas, del tipo de la malaria, que afectan permanentemente a los habitantes de los barrios bajos, todavía pantanosos. La nobleza y la burguesía romanas evitaban pasar el verano en Roma, y escapan así de sus fiebres. Desde los primeros calores, los ricos se marchaban de la ciudad y se instalan en sus casas de campo o en las playas, donde pasaban los meses de calor.
En cambio, los más pobres no tenían posibilidad alguna de alejarse de Roma durante el verano. Y es en este período cuando las condiciones deplorables de higiene, pese a los esfuerzos de los romanos por dotar a la ciudad de un sistema de cloacas, son responsables de muchas muertes. Tradicionalmente, para los romanos, el verano es la estación de los desfiles fúnebres. . Y los habitantes de los barrios bajos de Roma llevan sobre sus cuerpos los estigmas de estas enfermedades crónicas: la caquexia de las prostitutas de Subura, sus cuerpos roídos por las fiebres, es lugar común de la literatura latina.
En el siglo I a.C una inusual clase de malaria afectó los distritos pantanosos de los alrededores de Roma, causando una gran epidemia en el año 79 d.C (poco después de la erupción del Vesubio).
Una de las hipótesis es que la infección quedó circunscrita a Italia, pero causó estragos en varias ciudades y muchas muertes en Campania, la zona de cultivos donde Roma se proveía.
Se produjo una caída de la tasa de nacimientos de los romanos en un momento en que los territorios conquistados aumentaban. Esto, sin duda, se debió a la malaria, pero también a la disminución de la expectativa de vida a causa de las enfermedades mal curadas, que debilitaban a la gente.
A fines del siglo I d.C. los hunos invaden las fronteras del Este. Con la llegada de los hunos también se produjeron nuevas infecciones, que causaron una serie de epidemias conocidas por los historiadores como “plagas”. A su vez, ellos mismos se encontraron con enfermedades desconocidas.
Otra de las epidemias a considerar es la plaga de Antonino, conocida también como plaga del médico Galeno. La misma comenzó en el año 164 entre las tropas del segundo emperador, Lucio Aurelio Vero, situadas en el límite este del Imperio, causando estragos en el ejército comandado por Ovidio Claudio, enviado a sofocar una rebelión en Siria. A su vez, la infección acompañó a los legionarios en el camino de regreso y se expandió por los territorios del recorrido, llegando hasta la propia Roma dos años después. Con celeridad el vasto territorio se vio infectado. La mortalidad fue considerable en todo el Imperio, de tal manera que los cadáveres debían ser sacados en carretas de las ciudades.
En este sentido, la plaga hizo estragos hasta el año 180; una de sus últimas víctimas fue, el emperador Marco Aurelio, que murió en el séptimo día de la enfermedad, habiéndose negado a ver a su hijo por temor a contagiarlo. Indicaba a los que lo acompañaban: «¿Por qué me lloráis y no pensáis más en la peste y en la muerte ante la que todos caeremos?»
LA PLAGA ANTONINA: También reconocida como peste de Galeno, afectó seriamente a Roma entre 165 y 180, y no son pocos los especialistas que la describen como un primer tipo de viruela.
La epidemia volvió al Imperio en el año 189, después de un corto respiro, aunque esta vez fue de menor alcance, ya que se circunscribe a la ciudad de Roma y en su pico más alto, ocasionó más de mil muertes por día.
Galeno describió los síntomas presentados por los enfermos de esta manera: "ardor inflamatorio en los ojos; enrojecimiento sui generis de la cavidad bucal e de la lengua; aversión a los alimentos; sed inextinguible; temperatura exterior normal, contrastando con la sensación de abrasamiento interior; piel enrojecida y húmeda; tos violenta y ronca; signos de flegmasia laringo brónquica; fetidez de aliento; erupciones y fístulas, diarrea, agotamiento físico; gangrenas parciales y separación espontánea de órganos; perturbaciones de las facultades intelectuales; delirio tranquilo o furioso y muerte entre el séptimo y noveno día".
Roma era una ciudad densamente poblada y muy civilizada, pero carecía de recursos para combatir las infecciones. Dada esta conjunción de circunstancias, los últimos siglos del Imperio romano estuvo expuesto a una seguidilla de pestes.
Fuentes:
Grandes Pestes de la Historia de Frederick F. Cartwright y Michael Biddiss
Enciclopedia Encarta – Enciclopedia Cosmos Vol. 7
Los bajos fondos en la antigüedad Catherine Salle
http://asclepio.revistas.csic.es/index.php/asclepio/article/download/215/211
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