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El juramento de fidelidad era el proceso mediante el cual el
nuevo recluta superado los cuatro meses obligatorios de entrenamiento, pasaba de ser un miles.
Juramento de fidelidad
Pasado el periodo de entrenamiento, los reclutas tenían que
realizar el juramento militar: el primer soldado debía formular el juramento
completo y los demás solamente debían decir: “igual para mí”.
Esta ceremonia se celebraba en cualquiera lugar donde se
hubiera realizado la instrucción y debía
estar presidida por el estandarte del águila.
El juramento de fidelidad era un
formalismo al que estaban obligados a cumplir todos los reclutas seleccionados.
Polibio, y Vegecio describiendo el método utilizado para el
reclutamiento y la movilización de las unidades aliadas, señala el momento
preciso en el que se llevaba a cabo:
“Los cónsules enviaban sus órdenes a las ciudades aliadas de Italia que quisieran contribuir con tropas, indicando el número necesario y el día y el lugar donde los hombres seleccionados debían presentarse. Los magistrados, escogiendo a los hombres y realizando el juramento... los enviaban, nombrando un comandante y un encargado de los pagos.
"Una vez concluido el campamento, se reúnen los tribunos, y toman juramento, uno por uno, a todos los hombres libres y esclavos de cada legión.
“El futuro soldado seleccionado no debe ser marcado inmediatamente con las incisiones de los signos del ejército, sino que debe ser puesto a prueba con ejercicios para discernir si realmente es apto para tan importante empleo”
Escena de una lustratio en las legiones del Arco de Constantino
Tras las reformas de C. Mario, el
servicio militar era una obligación para todo ciudadano romano, dado que estaba
formado por un ejército cívico como reafirmación de los mores maiorum.
Este juramento suponía la mayor
expresión de lealtad tanto como a las instituciones romanas como al emperador,
que queda plasmadas mediante una férrea disciplina y obediencia a sus
superiores; no obstante, contamos con ejemplos de revocación del voto de
fidelidad por variación de lealtad, como es el caso de los ejércitos de
Germania que habían jurado fidelidad a Vitelio en vez de Otón, u otros que
negaban la autoridad imperial, como nos transmite Suetonio:
“furioso el ejército de
Germania… Fueron los primeros en atreverse a romper su obediencia al emperador
[Galba], negándose a jurar fidelidad a nadie, excepto al Senado”
Por lo que el sacramentum era
renovado en el campamento siempre que se producía un cambio de general o de
emperador.
En el campamento, además, los
soldados debían comprometerse a no desertar por causa alguna de su puesto,
cumplir con las misiones encomendadas, honrar los estandartes e impedir que
estos fuesen capturados por el enemigo.
En este sentido, a raíz de la
crisis de republicana, durante las guerras sociales del siglo I a. C., los
soldados se dieron cuenta de la relevancia política que tenían, y, durante el
Principado, conscientes de ello, los emperadores fomentaron el mantenimiento de
esa fidelidad. Los emperadores para conseguir y mantenerla utilizaron diversos
métodos, como la paga, la pensión tras su licenciamiento, cuanto este
era honroso o por enfermedad, a cargo del aerarium militaris, o las recompensas
y distinciones. Otro modo para mantenerla fue la disciplina, evitando o
reprimiendo así cualquier intento de sublevación o traición; no obstante, los
emperadores preferían que los soldados mediante la fórmula del contrato se
comprometiesen a guardar fidelidad y cumplir con sus obligaciones (el
sacramentum).
Consistía este en una fórmula
religiosa que sometía los actos del soldado a la autoridad del emperador y a la
defensa del Imperio, comprometiéndose por sí y su honor a cumplir lealmente con
sus obligaciones para con el César y con Roma, y también con sus dioses, hasta
el punto de que la religión personal de cada soldado quedaba impregnada por la
religión oficial.
En la época del Principado
también quedaba obligado a jurar fidelidad al emperador en su doble calidad:
como institución en sí misma (Princes) y como máximo comandante de los
ejércitos imperator; sobre lo que precisa Augusto en sus Res gestae, al
referirse a la primera:
“unos 500.000 ciudadanos romanos
prestaron el sagrado juramento de devoción a mi persona (Augusto)
y Herodiano, respecto a la segunda:
“[a Severo Pértinax]. Vuestra fidelidad y veneración a los dioses, a quienes prestasteis juramento, y vuestra estima por los emperadores, a quienes respetáis…”
Sin embargo, fue Claudio el
primer emperador que compró con dinero la fidelidad del ejército, de acuerdo
con el relato de Suetonio:
“… Aceptó este que los soldados reunidos en asamblea le juraran fidelidad y prometió a cada uno de ellos quince mil sestercios… y declaró que no habría juramento más sagrado ni más frecuente para él que jurar por el nombre de Augusto”
El juramento de fidelidad debía
pronunciarse al menos tres veces a lo largo del año militar: el 3 de enero en
la celebración de los Lares Augustales, el día del aniversario de la subida al
trono del emperador y en la conmemoración de la entrega de insignias de su
unidad. Además, lo recitaban en su forma abreviada todos los días al hacerse
cargo de las tareas encomendadas a realizar durante la jornada.
No obstante, el juramento podía
ser fácilmente roto, como consecuencia de intereses individuales o colectivos,
si bien se solía respetar.
Cuando el cristianismo se adopta
como la religión oficial del imperio, este sufrió cambios tanto en su
formulación como en su concepción, pues a partir de Constantino se realizaba en
nombre de la Santísima Trinidad, según nos narra Vegecio en su Compendio de
técnica militar.
No ha llegado hasta nosotros ningun texto del posible juramento. En la novela "La legión que
vino del mar". De Ivan La
Cioppa hay un ejemplo del posible juramento que realizaban estos
soldados:
"Juro por Júpiter Capitolino, Juno, Marte, Minerva, Vesta, por Hércules, por los semidioses que fundaron Roma y por los héroes que contribuyeron al crecimiento de su dominio, obedecer a Tito Flavio César Vespasiano Augusto, nuestro emperador, para cumplir fielmente sus órdenes hasta donde yo sepa y en la medida de mis posibilidades, y seguirlo donde quiera que me lleve. Juro nunca abandonar las insignias, no huir, y no dejar mi línea por miedo o cobardía, sino solo para asir un arma, golpear a un enemigo o salvar a un compañero. Además, prometo ser fiel al Senado y al Pueblo Romano, y no hacer nada que pueda perjudicar la fidelidad que les es debida”
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Fuente:
A.
GOLDSWORTHY, El ejército romano
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