El perfume en la antigua Roma
John William Godward
El perfume
En
Roma las personas se perfumaban hasta la
vestimenta y llenaban de aromas las salas de los palacios, los teatros, todos los espectáculos públicos donde su uso podía enmascarar el
olor de las masas de gente.
En la urbs existía un barrio de perfumes llamado Vicus Thuriarius. Los perfumistas pertenecían al gremio o corporación, llamado Aromatarium Collegium. Estos artesanos perfumistas transmitían los secretos de la creación aromática y su comercialización a sus descendientes.
Según Suetonio:
las unguentaria tabernae eran lugares donde se reunían
vagos, libertinos y buscavidas.
Muchas unguentariae estaban anexas a
prostíbulos, siendo las prostitutas sus mejores clientes.
Cicerón
en su tratado De officiis, los
coloca al mismo nivel que los jugadores. Y es que el perfume estaba ligado a la
seducción y las artes amatorias.
La
perfumería era un negocio practicado por
mujeres, las sagae, que
lo mismo practicaban un aborto, como elaboraban un perfume un veneno o bebedizo
que podía alterar la voluntad de una
persona.
Horacio amó mucho a una sagae, que después llegó a odiarla.
Las
patricias y en general todas las mujeres, se mostraron rendidas ante el
poderoso hechizo de los aromas, aunque en
época Republicana los hombres también se perfumaban para atraer a las mujeres.
“Me
gustan los bálsamos: éstos son los perfumes de los hombres. Oled a los aromas de Cosmo vosotras, matronas.” (Marcial, Epigramas, XIV, 59)
Entre las fragancias podían elegir entre el Narcissium, el Nardicum, Sucinum (miel, aceite de palma, cinamomo, mirra y azafrán) o el Foliatum,
El foliatum Marcial lo catalogaba como fuente de perdición económica para los maridos debido a su altísimo precio. Se considera por antonomasia el perfume de las mujeres ricas.
El perfume servía para enmascarar el mal olor, o proporcionar a quien lo lleva un aroma agradable, también se utilizaba para encuentros íntimos, y según el tipo de perfume utilizado, podía significar los gustos sexuales preferidos de quien lo llevaba.
“Rociarse con perfume de nardo aleja el olor del sudor”. (Dioscórides 1.6)
Existía un perfume adecuado para cada parte del cuerpo.
Para las mejillas y los cabellos se utilizaba el serpillín, una planta perenne conocida como serpol cuyo olor evoca el limón o la melisa.
Los brazos con menta acuática o sisimbra.
Las piernas con perfume de Egipto.
El pecho con perfume de Fenicia.
Las cejas el perfume de lirio.
“Actualmente no es suficiente usar ungüentos, a menos que se apliquen dos o tres veces al día, para evitar que se evaporen del cuerpo. Pero, ¿por qué debería un hombre presumir de este perfume como si fuera el suyo propio?” (Séneca, Epístolas, 86)
Una mujer esperaba que su amante le regalara perfumes a cambio de sus favores.
"La hermosa Filis se me entregó por toda la noche con generosidad perfecta a todas luces: Estaba pensando, llegada la mañana, qué obsequio podía ofrecerle; ¿sería una libra de perfumes de Cosmos o de Niceros, un buen surtido de lana bética o diez monedas con la señal de César? Pero se echó a mi cuello y dándome un beso tan largo como son los esponsales de las palomas, Filis empezó a rogarme que le diera un ánfora de vino." (Marcial, Epigramas XII, 65)
Los
esclavos frotaban los cuerpos de quien lo precisaba ayudándose con el strigil,
una suerte de almohadilla, y después lo masajeaban con aceites y lo rociaban de perfume.
Marcial
estimaba que el perfume se utiliza también para marcar la procedencia
étnica.
En
los huertos y jardines de las domus romanas se cultivaban hierbas y plantas con
fines medicinales, culinarios, y si fuera necesario proveer a los perfumistas.
Entre los perfumes más famosos destacan:
El Megalium, creado por perfumista romano Megallus, sus ingredientes eran
bálsamo, junco, cálamo, aceite de bálano.
El crocimus, compuesto de azafrán
El de canela, según Plinio uno de los más aros y espesos.
El de rosas, el más popular por la facilidad de encontrar su ingrediente principal.
El Telinum se hace con aceite de oliva, miel, mejorana
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