Severo, su esposa Julia Domna, sus hijos Caracalla y Geta, cuya cara ha sido borrada por su damnatio memoriae
Damnatio
memoriae
La
damnatio memoriae es una locución latina
que significa condena de la memoria. Esta práctica en la antigua Roma significaba condenar el recuerdo de un enemigo del Estado tras su muerte.
Cuando
el Senado decretaba oficialmente la damnatio
memoriae, se eliminaba todo lo que pudiera recordar al condenado:
monumentos, inscripciones, imágenes y se prohibía incluso pronunciar o usar su
nombre.
En
tiempos de la República existían la “abolitio nominis”, que prohibía que el nombre del condenado pasara
a sus hijos y herederos, y la “rescissio
actorum”, que suponía la completa destrucción de su obra política o
artística. Ese fue el caso de Marco Antonio, cuyas estatuas fueron
derribadas a su muerte.
“Sus
estatuas fueron derribadas: pero las de Cleopatra se
conservaron en su lugar, por haber dado Arquibio, su amigo, mil
talentos a César, a fin de que no tuvieran igual suerte que las de Antonio”
Plutarco
La
condena empezaba negándoles un funeral digno, adecuado u honorable, ya que los funus publicum o imperatorum exaltaban
al pueblo y podía hacer un héroe al difunto.
Se confiscaban los bienes del difunto “damnificado”, el
destierro de su familia y la persecución y exterminio físico o moral de
sus partidarios. Además, se decretaban anuladas las leyes que hubiera sacado
adelante o estas se las achacaban a sus sucesores.
Los
emperadores que fueron déspotas gobernando se les privaba del honor de un funus publicum o imperatorum como el
emperador Domiciano, cuyo cadáver fue
transportado de forma vergonzosa y enterrado sin honores. El Senado autorizó
que sus monedas y estatuas fueron fundidas, sus arcos derribados y su nombre eliminado
de todos los registros públicos.
Otros
recibieron la poena post morten de
ser arrojados a las cloacas o al río Tíber, para que sus despojos no recibieran
nunca el respeto del funeral.
Tiberio murió en Miseno Campania, su cadáver fue llevado a Roma e incinerado celebrando
el funeral público. Pero las circunstancias del entierro no fueron favorables,
el pueblo gritaba que arrojaran su cadáver al Tíber (Tiberius ad Tiberim). Otros
pedían que su cadáver reposara entre los impíos. Calígula también sufrió la domnatio memoriae, y tampoco fue enterrado en el mausoleo de
Augusto. Su despojo fue llevado a una villa de su propiedad que había sido
anteriormente de Tiberio.
Nerón
sufrió este castigo, fue enterrado en los jardines de la tumba familiar
de los Domitii. Declarado “enemigo del Estado” por el Senado antes de
su muerte y varias de sus representaciones destruidas.
Galba, Otón y Vitelio fueron condenados al olvido, tuvieron una muerte violenta y sus entierros resultaron poco honrosos.
Galba fue asesinado en el Foro junto al
Lacus Curtiusm su cuerpo quedo allí hasta que un soldado le cortó la cabeza y
se la llevo a Otón, más tarde la cabeza la compro un liberto que la tuvo en su
poder hasta que el dispensador Argivus la enterró por la noche con el resto del cuerpo.
Cuando
un emperador moría de forma deshonrosa o violenta, solía ser enterrado de
manera privada o particular en sus propiedades.
Otón
se suicidó en Bedriacum al norte de Italia, su funeral fue insólito y Tácito
dijo Modicum et mansurum (Un ratito
y último)
Domiciano
tuvo un funeral indigno, pero para evitar que sus cenizas fueran dispersadas, su
nodriza Phyllis las mezclo con las de la hija de Tito.
Desde
Adriano a Caracalla hubo dos usurpadores: Clodio Albino y Pescenio Níger.
Según Dión Casio, cuando un usurpador era
vencido se le cortaba la cabeza y se la enviaba a Roma clavada en una lanza
para que la vieran sus seguidores.
El
cuerpo de Heliogábalo fue arrojado al Tíber, ya que no merecía sepultura, quien
no ha merecido el amor del Senado, pueblo y ejército.
Tras
un balance negativo del reinado de un emperador, el Senado decretaba la abolotio nominis, borrar el nombre de
todo.
Fueron
muchos los emperadores que se vieron afectados con esta práctica.
Nerón
Galba
Vitelio
Otón
Domiciano
Cómodo
Clodio
Albino
Geta
Macrino
Heliogábalo
Maximo
el Tracio
Pupieno
Balbino
Filipo
el Árabe
Treboniano
Galo
Emiliano
Caro
Numeriano
Carino
Maximiano
Maximido
Daya
Majencio
Licinio
Constantino
II
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