La muerte militar en campaña
La muerte más honrosa para un soldado romano era la que se producía en el campo de batalla: cuando un soldado moría luchando por Roma o cuando fallecía defendiendo a su compañero de armas.
Los soldados romanos no debían de perder nunca de vista sus estandartes, si en algún momento el enemigo arrebataba un estandarte, se producía un decaimiento de la moral; El legionario, que en un acto suicida intentaba recuperarlo y resultaba muerto, se consideraba un suicidio voluntario honroso, un sacrificio por la causa, una muerte de honor.
Muerte por herida de
guerra
Cuando
terminaba la batalla a los heridos de guerra se les trasladaba al campamento, a
los valetudinaria, en esos hospitales de campaña, se les procuraba dar la asistencia necesaria, pero si morían a
causa de las heridas recibidas, este fallecimiento se consideraba honroso, ya
que se produjo en el cumplimiento de sus deberes militares.
Estos dos casos, muerte en batalla o por heridas sufridas en la misma, daban al
difunto prestigio y grandiosidad, y por ello el coste de los funerales estaba
al cargo del Estado.
Si un individuo moría por una enfermedad, sin causa patriota, pero ejerciendo sus deberes para con Roma, este fallecimiento se consideraba inferior que los anteriores, pero en este caso también el Estado se hacía cargo de los gastos del sepelio. Había enfermado cumpliendo sus obligaciones.
Muerte por accidente
En la vida de un
soldado había muchos accidentes domésticos, como caídas de un caballo, heridas
fatales durante el entrenamiento, accidente en las construcciones, entre otras.
Los fallecimientos por estas causas se daban tanto en época de paz como en
campaña, eran muertes ocurridas durante el ejercicio de sus funciones militares, por lo que es de suponer
que estos accidentes también eran costeados por el estado.
Miasmas (contaminación)
Rituales fúnebres en campaña
Para los romanos era muy importante morir decentemente y con dignidad, los supervivientes de una batalla estaban obligados a enterrar a sus compañeros muertos en batalla apropiadamente. A los soldados que morían luchando se consideraba que había sido honrosamente y por eso el Estado costeaba el sepelio.
Excepcionalmente, el culto a los difuntos incluía levantar
un monumento en el campo de batalla que
consistía en construir un maniquí
vestido de legionario y sitúalo en lo alto de una pila de armas enemigas, como
una ofrenda a los dioses que habían propiciado la batalla.
Tras un enfrentamiento
es posible que se decretaran unos días de tregua para recuperar los cuerpos de
los caídos, aunque no siempre era posible.
En época republicana y tras las grandes batallas, los compañeros de armas eran los encargados de recuperar los cadáveres y enterrarlos o
quemarlos colectivamente. También corrían con los gastos.
Los cuerpos de soldados romanos
o aliados se separaban de los restos de los enemigos, los de los desertores se
despreciaban por cobardes y se dejaban como comida a los buitres.
Se hacían varias piras
para la crematio, es posible que se realizara el rito de decursio equitum, una
danza marcial a caballo realizada por la caballería de élite durante la crematio
de los difuntos.
Los caídos en el
campamento por heridas de guerra también se trasladaban a esas piras para ser
incinerados, posteriormente se enterraban los restos en una fosa común, pero no
era posible levantar una sepultura.
No podemos olvidar que
estas cremaciones eran muy costosas por la gran cantidad de leña que
necesitaban.
Tras la batalla, los
soldados se purificaban antes de entrar en el campamento. El ritual era barrer
la entrada principal con una escoba de laurel, o se dejaban hojas de laurel
colgadas de la puerta. Una vez dentro, los centuriones ordenaban una formación
delante de las oficinas para contabilizar las bajas de muertos, heridos y
desertores. Los suboficiales informaban al oficial y este al comandante.
Si perecía algún alto cargo, es posible que sus restos, el cuerpo o as cenizas se enviaran a la familia.
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Fuente:
Estudió del ceremonial militar romano. Chantal Subirats
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