DISCURSO DE MARCO ANTONIO (ante el cuerpo ensangrentado de Julio César)
Marco Antonio se dirige
al pueblo romano congregado en el Foro, llevando en brazos el cadáver de César,
apuñalado por los libertadores, encabezados por Casio y Bruto. Los ciudadanos
rugen de alegría por la muerte del tirano y abuchean a Marco Antonio, el mejor
amigo de Julio César.
Bruto os ha dicho que César era ambicioso: si lo fue, era la suya una falta grave, y gravemente la ha pagado. Por la benevolencia de Bruto y de los demás, pues Bruto es un hombre de honor, como lo son todos, he venido a hablar en el funeral de César.
Fue mi amigo, fiel y justo conmigo; pero Bruto dice que era ambicioso. Bruto es un hombre honorable. Trajo a Roma muchos prisioneros de guerra, cuyos rescates llenaron el tesoro público.
¿Puede verse en esto la ambición de César?
¿Eso era ambición?
Pero Bruto dice que era ambicioso y es indudable que Bruto es un hombre de honor. No hablo para desmentir lo que Bruto dijo, sino que estoy aquí para decir lo que sé. Todos le amasteis alguna vez, y no sin razón.
Perdonadme. Mi corazón está ahí, en esos despojos fúnebres, con César, y he de detenerme hasta que vuelva en mí... Ayer la palabra de César hubiera prevalecido, contra el mundo. Ahora yace ahí y nadie hay lo suficientemente humilde como para reverenciarlo.
¡Oh,
señores! Si tuviera el propósito de excitar a vuestras mentes y vuestros
corazones al motín y a la cólera, sería injusto con Bruto y con Casio, quienes,
como todos sabéis, son hombres de honor. No quiero ser injusto con ellos.
Prefiero serlo con el muerto, conmigo y con vosotros, antes que con esos
hombres tan honorables!
Tened
paciencia, amigos. No debo leerlo. No es conveniente que sepáis hasta qué
extremo os amó César. No estáis hechos de madera, no estáis hechos de piedra,
sois hombres, y, como hombres, si oís el testamento de César os vais a
enfurecer, os vais a volver locos. No es bueno que sepáis que sois sus
herederos, pues si lo supierais, podría ocurrir cualquier cosa.
Si tenéis lágrimas, preparaos a derramarlas. Todos conocéis este manto. Recuerdo la primera vez que César se lo puso. Era una tarde de verano, en su tienda, el día que venció a los nervos. ¡Mirad: por aquí penetró el puñal de Casio! ¡Ved que brecha abrió el envidioso Casca!
¡Por esta otra le apuñaló su muy amado
Bruto! Y al retirar su maldito acero, observad cómo la sangre de César lo
siguió, como si abriera de par en par para cerciorarse si Bruto, malignamente,
la hubiera llamado.
Porque
Bruto, como sabéis, era el ángel de César.
¡Juzgad,
oh dioses, con que ternura le amaba César!
Entonces
estalló su poderoso corazón, y, cubriéndose el rostro con el manto, el gran
César cayó a los pies de la estatua de Pompeyo, al pie de la cual se
desangró...
Oh,
qué funesta caída, conciudadanos!
Porque
no tengo ni talento, ni elocuencia, ni mérito, ni estilo, ni ademanes, ni el
poder de la oratoria para enardecer la sangre de los hombres. Hablo llanamente
y sólo digo lo que vosotros mismos sabéis.
Os
muestro las heridas del amado César, pobres, pobres bocas mudas, y les pido que
ellas hablen por mí. Pues si yo fuera Bruto, y Bruto Antonio, ese Antonio
exasperaría vuestras almas y pondría una lengua en cada herida de César capaz
de conmover y amotinar los cimientos de Roma.
¿Qué ha hecho César para merecer vuestro afecto?
No
lo sabéis. Yo os lo diré. Habéis olvidado el testamento de que os hablé. Tened
paciencia y escuchadme.
Lega,
además, todos sus paseos, sus quintas particulares y sus jardines, recién
plantados a este lado del Tíber. Los deja a perpetuidad a vosotros y a vuestros
herederos, como parques públicos, para que os paseéis y recreéis.
¿Cuándo tendréis otro como él?
Foto
de portada: John Swope (Marlon Brando como Marco Antonio en «Julio César» de Joseph Leo Mankiewicz, año 1953)
https://www.imdb.com/title/tt0045943/?ref_=nm_flmg_wr_1%C2%A0200
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