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Imagínate
entrando en una lujosa villa romana, el aire está lleno del rico aroma de especias
exóticas, suculentas carnes asadas y vino dulce. La sala está animada con la charla de romanos vestidos
con togas, cuyas risas se diluyen por el ocasional rasgueo de una lira y los
suaves susurros de los esclavos sirvientes.
Esta no es una comida cualquiera,
se trata de un banquete romano, y hay que
saber comportarse para disfrutar y encajar de verdad en el ambiente.
Cómo comportarse y disfrutar en una fiesta romana
Estas fiestas eran más que
simples comidas; eran potentes herramientas sociales, un medio para expresar
estatus, construir alianzas y, a veces, incluso un escenario para maniobras
políticas.
La división entre clases sociales en la sociedad romana era claramente evidente en estas fiestas. Los ricos y poderosos se reclinaban en lujosos sofás y cenaban delicias exóticas de los rincones más lejanos del imperio, mientras que los pobres, si eran invitados, se sentaban en taburetes o de pie y comían platos más sencillos.
El anfitrión invitaba a las
personas según su posición social y sus relaciones, y a menudo enviaba
invitaciones inscritas en tabletas de cera.
La lista de invitados solía ser bastante selectiva y recibir una invitación
se consideraba un honor.
Las fiestas romanas estaban
impregnadas de una compleja red de etiqueta, que equilibraba el disfrute
agradable con el estricto decoro. Conocer
estas normas sociales fue crucial para navegar con éxito en una fiesta romana.
Antiguo simposio (“banquete”), fresco de la Tumba del Nadador. 475 a. C.
Quizás
el aspecto más emblemático de una fiesta romana era la práctica de reclinarse. Los
invitados descansaban sobre el codo izquierdo en los sofás, se apoyaban en los
cojines y usaban la mano derecha para comer.
La conversación era otro elemento
importante de la etiqueta en la cena romana. Los romanos valoraban mucho el
discurso intelectual y el ingenio, por lo que se esperaba que los invitados
contribuyeran a debates sobre temas como filosofía, política, literatura y
arte. Se consideraba de mala educación discutir
temas vulgares o crudos. En cambio, los invitados intentaron demostrar su
elocuencia, conocimiento e ingenio en sus conversaciones.
¿Qué variedad de alimentos debes esperar que te sirvan?
El menú de una fiesta romana era
una muestra de la gran influencia del imperio, presentando una
variedad de ingredientes y platos exóticos.
Alimentos importados como ostras de Britania y Barcino, dátiles de Egipto y aceite de oliva de
Hispania fueron alimentos básicos en un gran festín. La dieta romana era
predominantemente vegetariana, con énfasis en una variedad de frutas, verduras
y cereales. Sin embargo, en las fiestas las
carnes, como el cerdo, el cordero, las aves y la caza, tenían un lugar
destacado. Los banquetes más lujosos
servirían carnes exóticas como pavo real, flamenco o avestruz.
A los romanos les gustaban las salsas y los condimentos ricos, y sus platos a menudo estaban aromatizados con hierbas, vinagre, miel y una salsa de pescado fermentado llamada garum.
El pan desempeñaba un papel
crucial en la comida romana y a menudo se servía una variedad de tipos de pan,
desde simples panes planos hasta variedades más sofisticadas hechas con harina
blanca refinada. Los postres, generalmente
servidos en el plato final o segunda mensa, estaban principalmente a base de
frutas, con platos que incorporaban higos, dátiles, manzanas y peras, a menudo
acompañados de miel y nueces.
La cultura del vino de Roma también fue una parte vital de la fiesta. Los romanos amaban el vino y lo
consideraban una necesidad diaria más que un lujo. El vino a menudo se mezclaba con
agua, una práctica que hacía que el caldo fuera más seguro para beber y también
ayudaba a prevenir el exceso.
Los sabores del vino variaban,
con opciones que iban desde el muy dulce hasta el muy seco, y a menudo se
condimentaban o calentaban.
Por lo general, se servía en
vasijas de terracota o plata, los esclavos mantenían el vino fluyendo durante
toda la fiesta.
Imagen de El Banquete de Platón, Feuerbach - Creative Commons
Una fiesta no se trataba solo de
comer y beber, sino también de los rituales que la rodeaban.
Uno de esos rituales era el
brindis, que normalmente se hacía a los dioses antes del comienzo de una fiesta.
Como regla general, el anfitrión iniciaba el brindis y todos bebían para
mostrar su acuerdo. Esta práctica resaltaba los
fundamentos religiosos de la fiesta, vinculando el acto de cenar con la
gratitud y la reverencia divinas.
La entrega de obsequios y el
intercambio de favores eran parte integral del tejido social de la fiesta y a menudo servían como una extensión de las relaciones
sociales y la dinámica de poder y obligación.
Un patrón invitaría a sus
clientes a sus fiestas como forma de obsequio. La extravagancia de la fiesta
era una muestra visible de la riqueza y magnanimidad del patrón, mientras que
la invitación en sí era un reconocimiento de la lealtad y el valor del cliente. De esta manera, la fiesta servía como una forma de moneda social, reflejando el valor y el estatus del cliente dentro de la esfera de influencia del patrón.
Los clientes también tenían sus propias obligaciones. Se esperaba que expresaran su gratitud y lealtad a su patrón, a menudo a través de servicios u obsequios propios.
Estos podrían ir desde apoyo en proyectos políticos hasta favores personales. Además, se esperaba que los clientes se comportaran apropiadamente en estas fiestas, mostrando respeto a su patrón y a los demás invitados y contribuyendo positivamente al ambiente general.
Si bien la entrega de obsequios en estas fiestas era a menudo simbólica, los obsequios tangibles también desempeñaban un papel. A veces se ofrecían pequeños obsequios, o "bona venalia", a los invitados al partir, a menudo en forma de comida o pequeñas baratijas.
Estos obsequios fueron otra extensión de la hospitalidad del anfitrión y un medio de prolongar el recuerdo de la fiesta. Por tanto, la práctica de dar obsequios e intercambiar favores en las fiestas romanas era más que una mera tradición. Era un sistema complejo y lleno de matices, una encarnación de la intrincada red de relaciones sociales que caracterizaba a la sociedad romana. Subrayó el poder y el estatus del anfitrión y al mismo tiempo sirvió para fortalecer y sostener su red de apoyo e influencia.
Artículos relacionados:
Consumo de ostras.
Fuentes:
La vida en la antigua Roma. H. W. Johnston. Alianza, Madrid, 2016.
De re coquinaria: antología de recetas de la Roma imperial. Marco Gavio Apicio. Alba, Barcelona, 2006.
Estupendo artículo, amiga Maribel.
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